Una historia que yace bajo el mar
Un grupo de especialistas en arqueología ha rescatado
en los últimos años gran parte de un cargamento de 500 toneladas de
losas de cerámica que transportaba un barco hundido en la bahía de
La Habana hace más de un siglo
YAIMA PUIG MENESES
La superficie apenas muestra una pequeña parte de la historia.
Bajo las turbias aguas de la bahía habanera se conservan casi
intactos valiosos testimonios del primigenio desarrollo económico y
social de esta urbe bendecida por las olas.
Maickel
y Luis luego de una de sus más recientes inmersiones.
Gracias a los especialistas de las instituciones científicas
autorizadas que han investigado una y otra vez en diferentes sitios
de la rada, ha sido posible la recuperación de numerosas partes de
nuestra historia, explicó a Granma el doctor Eusebio Leal
Spengler, Historiador de la Ciudad.
Así, por ejemplo, a más de 100 años del naufragio de la corbeta
San Antonio —septiembre de 1909—, la mano del hombre vuelve a tocar
de cerca sus restos. Quizás porque no transportaba una mercancía
espectacular, el "San Antonio" quedó de cierta forma olvidado en la
bahía habanera. Apenas 500 toneladas de losas de cerámica y unos 1
500 sacos de sal transportaba desde Valencia la embarcación.
En la década de los 90, un grupo de especialistas pertenecientes
al Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la
Ciudad de La Habana, se aventuró en el estudio de este "tesoro" que
se ubica a 15 metros de profundidad, justo en el canal de acceso a
la bahía.
Más allá del incalculable valor histórico que tiene para los
investigadores, lo más apasionante es que un siglo después, las
losas conservan la calidad óptima requerida para pavimentar
diferentes espacios, según los resultados del análisis a que fueron
sometidas por especialistas del Ministerio de la Construcción,
quienes evaluaron sus actuales condiciones físicas y tecnológicas,
comenta el arqueólogo Roger Arrazcaeta, director del Gabinete de
Arqueología.
La
imagen muestra la última carga extraída del pecio de la corbeta.
Y tras un gran esfuerzo, parte de la carga parece comenzar a
llegar finalmente a su destino. Por segunda ocasión desde que
iniciaron las pesquisas, se realiza la extracción de losas desde el
fondo marino para restaurar inmuebles patrimoniales de esta ciudad.
LAS HUELLAS DEL TIEMPO
La arqueología subacuática es una actividad que requiere de un
esfuerzo multidisciplinario. Ante cada indagación realizamos buceos
de familiarización con el entorno. En este caso particular, pudimos
conocer, entre otros detalles, que el cuerpo de la nave descansa en
el fondo en posición de campana, explica Luis Francés Santana, uno
de los especialistas en Arqueología Histórica que realiza la
investigación en el pecio —restos de un naufragio—, de la corbeta
San Antonio.
En el año 1999 fueron extraídas unas 2 000 losas y sometidas a un
proceso de desalinización mediante inmersión en agua potable durante
varias semanas. Luego se emplearon fundamentalmente para restaurar
áreas exteriores del fuerte de San Salvador de La Punta,
reinaugurado en el 2002. Ocho años después quienes visitan este
emblemático lugar, pueden observar que las piezas se mantienen en
perfecto estado de conservación.
EL RECORRIDO HASTA EL "TESORO"
Camuflados con sus equipos de buceo Luis y Maickel nadan 150
metros para llegar hasta el pecio del "San Antonio". Para ellos cada
nueva inmersión tiene una magia indescriptible.
"Esto es lo que nos gusta", comenta Luis. Muy pocas personas en
el mundo pueden trabajar en lo que realmente disfrutan. Nosotros
tenemos un gran privilegio.
La extracción de las losas ha estado a cargo fundamentalmente de
estos dos especialistas, bajo la certera guía del arqueólogo Roger
Arrazcaeta Delgado y la asesoría del arqueólogo subacuático
Alessandro López Pérez. Muchos otros los han apoyado en este
"rescate" submarino, pese a los pocos recursos que el país puede
dedicar hoy a esta actividad.
Cada vez que pensamos sumergirnos planificamos todo
detalladamente. Las labores en la entrada de la bahía son peligrosas
y difíciles, por eso también es muy importante no violar ninguna de
las normas del buceo, precisa Maickel Cáceres Suárez. "En el fondo
lo que más nos afecta son las condiciones de la bahía por el lugar
donde se ubica este naufragio".
En la parte superior del canal hay una corriente que sale y en la
inferior, pegada al fondo, hay una que renueva el agua. Pero si el
paro de marea sucede cuando estamos trabajando, entonces al remover
las losas toda la arena y el fango del sedimento permanecen en la
misma área y no circulan, explica.
"En ese momento trabajamos con visibilidad cero, guiándonos
solamente por el tacto".
La selección y limpieza de las losas en el fondo del mar se
realizan manualmente. Las colocan en unos guacales o cajas plásticas
donde se acomodan hasta su extracción con la ayuda de unos globos de
ascenso que se inflan dentro del agua y llevan la carga hasta la
superficie.
Estas
losas se mantienen en buen estado de conservación, incluso ocho años
después de ser colocadas en áreas exteriores del fuerte de San
Salvador de La Punta, y fueron rescatadas de la corbeta San Antonio
que naufragó en la bahía habanera hace más de 100 años.
La rutina es muy sencilla, pero requiere de un extremo cuidado
para que no se dañen las losas. Este nuevo cargamento será empleado
fundamentalmente en la construcción del Museo de Arqueología, en el
cual se ha reservado un lugar especial para la arquitectura
subacuática.
La pericia con que este equipo de investigadores asume el reto de
sacar a flote los pedazos de historia que alguna vez atrapó el fondo
marino, no deja de parecernos asombrosa. Para ellos es algo común.
Empeñados en rescatar hasta los más insignificantes objetos
históricos que protege la bahía, estos arqueólogos realizan labores
realmente épicas.
Innumerables son los capítulos que existen todavía sin contar en
la rada habanera. Por lo pronto, la carga del San Antonio parece
llegar a puerto seguro. |