El tema, válido para cualquier lugar del país, no aflora en estas
líneas con el ánimo de achacarle a ese fenómeno la causa del
sobregiro que ciertas ciudades o provincias puedan tener en el
consumo de energía eléctrica.
Pero en algo sí podemos coincidir de inicio: defender hasta el
último kilo (watt) es lo más sensato si de verdad queremos proteger
cada kilo (centavo), cuyo valor para la economía nadie ignora.
"Ese foco encendido a media mañana es un problema de la empresa
eléctrica" —suelen alegar algunos ciudadanos. "Yo no sé qué esperan
para venir a apagarlo" —se preguntan otros. "Tal parece que a nadie
le duele el derroche de energía" —termina lamentando casi todo el
mundo¼
Desde esa óptica, el asunto parece corresponder solo a los
técnicos y especialistas del sector eléctrico. Pero no es
exactamente así.
"Nosotros estamos conscientes de esa situación —afirma Carlos
Arias Sobrino, director de operaciones en la provincia de Las Tunas—
y, en consecuencia, emprendemos diversas acciones para solucionar
los problemas que surgen; pero este combate puede ser mucho más
efectivo si la población coopera. ¿De qué modo? En primer lugar
comunicando directamente o por teléfono cada vez que vean una
irregularidad de ese tipo.
"Es cierto que muchas luminarias de vapor de sodio presentan
dificultades técnicas con el dispositivo para activar el control de
encendido y apagado. Por eso no todas se apagan al clarear el día,
como debe ocurrir. Un carro cesta de nuestra empresa realiza
recorridos para detectar dónde hay problemas y actuar. Pero no
basta. El concurso de los vecinos es muy necesario."
Cuando la situación lo aconseja, la fotocelda es sustituida por
un interruptor manual (aunque ello signifique un retroceso en el
sentido técnico), pero la realidad demuestra que a veces la
luminaria "le saca brillo al Sol" en pleno día porque en todo el
vecindario no aparece una mano capaz de hacer el "clic".
Añade Carlos Arias que en vías como la de El Sendero hubo que
aplicar ese sistema manual para activar y desactivar al mismo tiempo
casi una treintena de luminarias, la mayor parte de las cuales tenía
irregularidad en los contactos de las fotoceldas.
El sector de los servicios comunales tiene personal encargado de
esa tarea en algunas avenidas o arterias, no exentas de situaciones
similares, a menudo criticadas por la población.
Pero el asunto no se resuelve con comentarios al viento entre
afectados o testigos oculares.
Consciente de que el momento requiere acciones concretas, ya un
trabajador de la rama eléctrica ideó aquí, probó, llevó al foro
científico-técnico y le sigue dando seguimiento a una alternativa
para reparar fotoceldas dañadas.
Soluciones así ayudan a evitar gastos económicos por concepto de
sustitución de importaciones y porque impiden la fuga de energía
directamente en el alumbrado público.
Imposible exigirle al jubilado, a la ama de casa, al jefe de
núcleo familiar, al estudiante o a cualquier otro vecino, que
presenten una inventiva como esa¼
Lo que, en cambio, sí podemos hacer todos es apagar el bombillo
que continúa alumbrando de día allá en la esquina (si tiene
interruptor manual) y, de no existir ese bajante, llamar entonces a
los especialistas, con la misma vehemencia y energías con que damos
el telefonazo hacia el despacho eléctrico y exigimos rapidez cuando
el indeseable apagón nos deja a oscuras.