La OMS anunciaba oficialmente la erradicación de la viruela y el
canadiense Terry Fox iniciaba el Maratón de la Esperanza para luchar
contra el cáncer. En París fallecían Jean-Paul Sartre y Alejo
Carpentier, dos genios de las letras universales, y en Nueva York se
apagaba la voz de John Lennon, tras ser abatido a tiros por un
fanático. En Moscú, María Caridad Colón se convertía en la primera
campeona olímpica de Latinoamérica, y desde Baikonur (Kazajastán) un
cubano viajaba por primera vez al espacio¼
Hace exactamente 30 años, usted y Yuri Romanenko despegaron a
bordo de la nave soviética Soyuz 38, ¿cómo recuerda aquel momento?
Privilegiado y dichoso. Como cubano y latinoamericano. Yo fui el
cosmonauta número 97 que voló al espacio y Cuba el noveno país en
tener una representación. En estos momentos hay más de 600 personas
que por diferentes vías han viajado al cosmos, pero comparado con el
resto de los habitantes de la Tierra esa cifra sigue siendo un por
ciento insignificante. Es decir, qué son 600 personas al lado de más
de 6 700 millones.
Pues eso, un por ciento insignificante. Máxime cuando muchos
pensábamos que a estas alturas ya existirían asentamientos humanos
en Marte o la Luna. ¿A qué se debe que esto sea aún ciencia ficción?
A la tecnología, naturalmente. Todavía las naves no están del
todo protegidas. Hay radiaciones solares que penetran y otro
problema serio son los alimentos, el agua, el oxígeno, el
combustible¼ Todo eso hay que llevarlo a
bordo y todo eso es peso. Por ello se habla de utilizar la Luna como
plataforma o punto de abastecimiento y a partir de ahí hacer vuelos
más lejanos. Viajar a Marte, ida y vuelta, por ejemplo, se dice que
tarda 900 días aproximadamente.
Durante los próximos cien años¼ Sí,
eso creo. Aunque la posibilidad de viajar aun más lejos solo puede
estimarse por el afán del ser humano de ir más allá. Hay un programa
muy amplio de investigaciones e incluso muchos hablan que de
continuar las condiciones actuales en la Tierra tarde o temprano
habrá que conquistar otro planeta para subsistir. Pero eso no es tan
sencillo. Nosotros estuvimos ocho días en el espacio y sabemos que
es un medio hostil al organismo humano. Por la ausencia de gravedad,
la falta de oxígeno¼ Por eso es mejor
cuidar la Tierra e invertir los recursos en evitar su destrucción,
sin descuidar las investigaciones científicas, por supuesto.
¿Imaginó usted que alguna vez iba a dar un viaje como este?
No, en realidad nunca lo imaginé. Cuando la comisión Intercosmos
comenzó a visitar las unidades de la Fuerza Aérea para seleccionar a
los candidatos, primero se conformó un grupo de 50 pilotos, de los
cuales finalmente quedamos dos: el capitán José Armando López Falcón
y yo.
¿Cómo era la relación entre ustedes teniendo en cuenta que solo
volaría uno de los dos?
Hicimos un equipo muy fuerte, sin celos. Siempre hubo una ayuda
mutua durante toda la preparación. El sentido era de que Cuba sería
la representada.
Descríbame en qué consistió su misión.
Fundamentalmente tenía un carácter científico-técnico. Tras dos
años y medio de preparación, fueron ocho días de permanencia en el
espacio, desde el 18 hasta el 26 de septiembre, volando en una
órbita cercana a la Tierra a una altura aproximada de 450-500
kilómetros y a una velocidad de 8 kilómetros por segundo lo que
permitió que la nave Soyuz 38 pudiera rodear el planeta en tan solo
90 minutos.
¿Cómo recuerda a Romanenko?
Con Romanenko seguimos teniendo relaciones. Nos llamamos a cada
rato. Y él es casi un cubano más. La pareja para ir al cosmos es
como el matrimonio. Si no se llevan bien, terminan peleándose. Por
eso en el primer año los soviéticos nos estudiaron a José Armando y
a mí, al igual que a los candidatos de los otros países, para
determinar la personalidad de cada cual y buscar alguien afín en el
grupo de los cosmonautas rusos. A mí me pusieron a Romanenko, que
tenía un carácter muy parecido.
¿Pero es verdad que tenía veta de músico? Porque yo leí en algún
sitio que compuso 25 canciones estando en el espacio¼
Sí, él aprendió a tocar guitarra en el cosmos, en un vuelo
anterior que duró 96 días. Fíjate si tenía tiempo allí.
Y usted, ¿cómo pasó su tiempo libre?
Casi no tuve y por eso dormí poco. La oportunidad de estar en el
cosmos la aproveché, además de los experimentos científicos, en
observar el planeta. Algo curioso es que gané un premio de
fotografía.
Durante el vuelo el Sol salía en el horizonte formando un
arcoíris perfecto, que casualmente coincidía con la velocidad
angular del giro de la Tierra. Le hice una foto cada diez segundos y
capté un panorama único.
¿Cuál es la imagen que más recuerda?
Cuba.
Una vez en el complejo orbital Saliut 6, ¿cómo los recibieron los
astronautas que estaban allí, Ryumin y Popov?
Con alegría. Cuando llegamos, ya ellos tenían seis meses de vuelo
y nosotros éramos la tercera tripulación que los visitaba. Siguiendo
la tradición rusa, nos recibieron con sal y un pan duro, que ya
estaba pellizcado por alguna gente. Imagínate, con aquel pan ellos
recibían a todo el mundo.
De los 23 experimentos que realizaron, ¿hubo alguno que fuera
especialmente problemático?
Bueno sí, el de los cristales de azúcar. Nosotros debíamos llenar
la cápsula que los contenía con solución de una gran concentración
de sacarosa. Pero que pasó. Ese mismo líquido se cristalizó y había
que introducirlo por un pequeño orificio. Al final lo logramos y
obtuvimos los resultados que se esperaban, pero fue terrible.
De regreso en la Tierra, ¿percibió algún cambio?
Crecí.
¿Creció? ¿Cómo?
El problema es que en la Tierra uno está comprimido por la fuerza
de gravedad y el propio peso corporal. Y entonces cuando vuela al
espacio, las vértebras se separan al igual que el resto de las
articulaciones, el esqueleto se estira y los músculos adquieren otra
conformación. Eso da dolores. Yo crecí 15 milímetros en esos ocho
días. Ryumin, que voló unos seis meses, creció unos seis
centímetros.
Así que el recibimiento en La Habana estuvo acorde con su nueva
estatura¼
Para el vuelo uno se preparó, para esas cosas no. Aunque te digan
que el pueblo está en la calle para recibirte, cuando uno se
enfrenta a tanta gente¼ El corazón me
latió más fuerte en aquel momento que en el despegue. Cuando bajé
del avión tuve que sujetarme de la baranda, porque la impresión era
mucha. Allí esperaban Fidel y Raúl, y el aeropuerto estaba lleno de
gente. El recorrido fue igual. Yo nunca había visto tanto pueblo en
la calle.
Bueno, 30 años después¼ ¿Qué le queda
de esta experiencia?
El deseo de volver. Ese recuerdo no se apaga de la mente ni del
corazón. A cada rato sueño con el cosmos y hago mi vuelo mental.
Pero ya estoy viejo. Ahora tienen que ir los jóvenes.