Pese a cierto aire triunfalista
mostrado a la opinión pública, el presidente de Francia, Nicolás
Sarkozy, termina una semana gitana bastante enrevesada, con sabor
amargo en el impacto internacional del asunto.
Bruselas la víspera pareció ser testigo de una suerte de
implosión en diversos sentidos, cuando Sarkozy consiguió disculpas
de la comisaria europea Viviane Reding, pero al mismo tiempo fue
protagonista de encontronazos no difundidos por los medios.
La política francesa de desmantelamiento de los asentamientos
gitanos en su territorio y expulsiones de sus integrantes, se
convirtió en el centro de los debates del Consejo de la Unión
Europea (UE) en la capital belga.
A priori se dio el consenso al descalificarse la postura de
Reding en sus críticas a París por sus excesos con la comunidad de
los también llamados romíes. Sin embargo, el primer ministro
búlgaro, Boiko Borisov, dijo que no todo fue color de rosas.
Aunque el jefe de Estado francés aseguró que conservó la calma,
según Borisov se dio un intercambio muy agrio entre Sarkozy y el
presidente de la Comisión Europea, José Durao Barroso.
Para enrarecer más el conflicto dentro de los 27, este viernes el
ministro alemán de Relaciones Exteriores, Guido Westerwelle, salió
al paso a comentarios de Sarkozy respecto a la pronta eliminación de
campamentos romíes en ese país.
Westerwelle subrayó que sin dudas fue una interpretación errónea
del diálogo sostenido por Sarkozy con la Canciller Federal germana,
Angela Merkel.
Supongo que se trata de un malentendido, porque la canciller
explicó públicamente cómo se había desarrollado la conversación,
como me lo dijo personalmente, y la canciller nunca hizo esas
declaraciones, declaró el titular.
Por otra parte, la prensa francesa no dudó en desbarrar hoy de la
actuación del jefe de Estado en Bruselas al afirmar que salvo el
alegre espaldarazo del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi,
París camina hacia el aislamiento.
Editorialistas de Lorrain, Alsacia, Midi, Sud-Ouest y Dauphiné
Liberé deploraron el discurso del inquilino del Palacio del Elíseo y
el dislate del Ministerio del Interior, al emitir una circular
claramente discriminatoria con los gitanos.