"Me
alegré cuando supe que la conferencia sería hoy", comentaría Fidel
casi dos horas después de iniciado el encuentro. Esta vez la cita
tenía matices diferentes. Fidel iba a aprender, a escuchar…
La certeza de que los riesgos que provocaría una guerra nuclear
son más graves de lo que muchos pudieron imaginar, motivaron al
Comandante en Jefe a participar, junto a un grupo de investigadores
cubanos, en la conferencia Consecuencias Climáticas de un Conflicto
Nuclear, impartida por el científico norteamericano Alan Robock.
El tema no asombra a la comunidad científica cubana que desde
hace muchos años ha alertado a la humanidad sobre el peligro que
representa el cambio climático. Por eso el llamado realizado por
Tomás Gutiérrez, director del Instituto de Meteorología, para
desarrollar acciones concretas entre los países para mitigar el
cambio climático.
Fidel asiente y escucha atento. Mucho conoce sobre el tema y
sobre los esfuerzos particulares de Cuba para incrementar programas
y medidas de adaptación sobre la base de la existencia de una sólida
comunidad científica y un eficiente sistema de previsión de
desastres. Luego Gutiérrez comenta sobre la Revolución Energética
que se desarrolla en Cuba y que está basada en el ahorro, la
eficiencia y el fomento de fuentes renovables de energía. Al mismo
tiempo, nuestro país fortalece la colaboración en el área del caribe
en materia de vigilancia, detección temprana y previsión de
desastres de origen hidrometeorológicos, en particular los fenómenos
más peligrosos: los ciclones tropicales.
Resulta ridículo entonces, dice Gutiérrez, que los recursos que
debían estar destinados a la lucha contra desastres naturales sean
dedicados al desarrollo armamentista. Las constantes alertas de
nuestro Comandante en Jefe sobre los peligros que provocaría una
guerra nuclear han hecho virar más miradas hacia ese peligro, por
eso le dedicamos especial atención.
Fidel, que no ha perdido ni una sola palabra de la exposición y
que ha estado atento además a los últimos acontecimientos climáticos
que pudieran afectar a nuestro país, se interesa por conocer
detalles de un ciclón cercano a nuestras costas y pregunta por el
doctor Rubiera, al que no ha visto entre el público y lamenta que no
pudiera participar en tan importante cita.
Ahora las miradas se dirigen al podio, al cual se acerca el
prestigioso conferencista Alan Robock, profesor de la Universidad de
Rotger de New Jersey, quien agradece en un fluido español poder
exponer sus teorías frente a un grupo tan especial como este. El
Comandante sonríe y con un gesto galante lo invita a continuar.
El calentamiento global es un problema serio, inicia Robock, pero
la mayor amenaza que se cierne en la actualidad son las armas
nucleares y eso nos preocupa mucho. Luego expone una serie de
elementos que ha acumulado en unos cuantos años de investigaciones
de conjunto con otros cinco prestigiosos científicos del mundo.
El invierno nuclear es una teoría simple, —según un modelo
aplicado en la década de 1980 por científicos norteamericanos—, pero
también es una teoría horrible, dice y muestra imágenes y gráficos
de lo que este podría provocar en el planeta Tierra y sus graves
daños para la supervivencia de la raza humana. De suceder un
invierno nuclear, la acumulación de humo y gases bloquearía la
llegada de la luz del Sol, lo cual traería como consecuencia que
disminuyera notablemente la temperatura global.
No solo una guerra nuclear entre Estados Unidos y Rusia
produciría un invierno nuclear, llama la atención Robock. Tanto los
modelos elaborados por los científicos rusos como por los
norteamericanos muestran incluso que las guerras nucleares zonales
podrían desencadenar una catástrofe global similar.
Apenas un conflicto entre la India y Pakistán, en el cual se
lanzaran 100 bombas sobre áreas industriales y poblados —lo que
representa solo el 0,4% de las más de 25 000 ojivas que existen
actualmente en el mundo—, provocaría humos capaces de destruir la
agricultura mundial.
Fidel anota en una pequeña agenda y observa con atención cada
gráfico, cada imagen o comparación que expone Robock. Cada nueva
diapositiva presentada parece "lanzar" sobre los presentes un
compromiso cada vez mayor. ¿Cómo hacer que miles de personas en el
mundo conozcan estos catastróficos pronósticos?
Solamente lanzar 50 bombas de una potencia similar a la de
Hiroshima provocaría la muerte de unos 20 millones de personas por
los efectos directos, y bastarían apenas dos o tres semanas para que
el humo emitido por ellas cubriera toda la superficie habitada del
planeta.
Los resultados anteriormente expuestos fueron obtenidos con un
sencillo modelo, aclara el distinguido profesor. De utilizarse uno
mucho más complejo arrojaría resultados peores.
El más reciente trabajo realizado por este grupo de
investigadores recoge, además, que el actual arsenal nuclear que
existe en el mundo podría provocar un invierno nuclear cuyos efectos
se extenderían por unos diez años, mucho más de lo que antes se
creía.
De modo que, ante las numerosas pruebas, resulta incuestionable
que solo el desarme nuclear evitará una catástrofe en el mundo,
finaliza.
Entonces Fidel repasa los apuntes que ha venido haciendo y
pregunta ¿cuántas personas en el mundo conocen estos datos? Imagino
que muy pocas, dice. No hacemos nada con que solo nosotros los
conozcamos, debe conocerlo el mundo. Ahora sé que parece cosa de
juguetes lo que sabemos porque es tan inmenso lo que ignoramos sobre
este tema que no podemos cejar ni un minuto en nuestra batalla.
Nuestra batalla es la de crear conciencia, es la de crear cultura al
respecto.
Hace un alto en sus palabras y se queda mirando atento, parece
descubrir a alguien muy querido entre el público: es Gladys Rubio,
la periodista del Sistema Informativo de la Televisión Cubana, que
como él mismo dijera allí ha reportado a su lado muchas de las
acciones que se desarrollan a favor del clima en Cuba y en el mundo.
¿Qué piensas tú sobre esto? Y Gladys responde: "Toca a los medios de
comunicación traducir estos problemas para lograr una mayor
comprensión, porque la gente no entiende mucho sobre kilovatios,
pero cuando ve una imagen sobre el tema, es diferente.
Y Fidel asiente, "los medios también pueden divulgar", afirma.
Esta conferencia se puede explicar en Cuba y la entendería lo mismo
un niño de ocho años que una persona que tenga 84 años como yo o
más.
Finalmente agradece la presencia del profesor y le asegura que
todo lo aprendido aquí será divulgado entre nuestro pueblo a fin de
convertir el saber en un instrumento para lograr el objetivo de
acabar con las armas nucleares, incluso las convencionales.
Luego, como prometió al inicio de la presentación, Fidel le
entrega a Robock los ejemplares de sus más recientes libros. "Esto
no es publicidad", le dice, solo le dedico estos dos libros para que
se entretenga de vez en cuando, y repase el español. Por su parte,
Robock le confiesa que no tiene libros que obsequiarle, pero que
también tiene para él una deferencia especial y le regala uno de sus
trabajos. Fidel lo hojea para leer a continuación unas líneas del
documento en un inglés fluido: "Así yo repaso el inglés", comenta.
Ya de pie comenta a quienes lo rodean "Ojalá no se vuelvan locos
los que tienen las armas nucleares para que nos den tiempo a
divulgar todo esto". Conversa otro poco y finalmente se despide:
Hasta pronto, dice a los presentes. En todos ha dejado la motivación
suficiente para iniciar a partir de ahora una batalla mucho más
optimista que no puede concluir hasta que desaparezcan
definitivamente las armas nucleares.