Haciendo gala de esa puntualidad de siempre, llegaba Fidel al
aula Magna, justo a las 10 y 30 de la mañana. De nuevo con uniforme
verde olivo, de nuevo con aquellos espejuelos ahora habituales.
Venía a presentar su libro De la Sierra Maestra a Santiago de
Cuba: La contraofensiva estratégica. Volvía a escoger la
Universidad de La Habana para hacer historia, para contarla, o más
bien recordarla, con aquellos buenos combatientes que le secundaron
en cada empeño, cada peligro, cada pesar, cada jarana…
Así, mientras La victoria estratégica camina el país,
llena librerías, deleita a quienes lo escudriñan, el Comandante en
Jefe, trabajando sin percatarse a qué hora se esconde el Sol, pone a
punto un nuevo libro que desentraña los sucesos que antecedieron al
triunfo, con la peculiaridad de descubrir sus recuerdos personales a
los lectores, quienes encontrarán allí a un Fidel inmenso, pero de
carne y hueso, que devela cartas, sentimientos, opiniones, tácticas,
estrategias. El líder de siempre, el protagonista excepcional de una
historia épica, narra a modo de diario la contraofensiva estratégica
del Ejército Rebelde, desde la Sierra Maestra hasta la entrada
victoriosa a Santiago de Cuba.
Es que "hay mucha historia por contar", reconocería luego. Hasta
la omisión en esta nueva entrega del nombre de un pequeño poblado lo
obliga a "revisar más, a conversar más". Y cuenta con pesadumbre
como no pudo hablar con Calixto García, el general de brigada que
moría con tanta historia en sus recuerdos. Sobre la batalla de Guisa
quiso comentarle: "traté de conversar con él, pero estaba grave".
Katiuska Blanco, la muchacha noble que había tenido a su cargo la
edición de La victoria estratégica, y que escribiera además
la historia de la familia Castro Ruz en Todo el tiempo de los
cedros, fue quien puso voz a las primeras palabras del encuentro
de Fidel con sus compañeros de lucha. Dijo entonces Katiuska que a
través de este libro conocemos más de cerca al hombre honesto y
revolucionario tenaz, al jefe exigente que conocía cada detalle,
desde el último fusil, la última bala, hasta del compañero que había
sido castigado, se le levantó el castigo y tenía por premio cumplir
una misión.
En estas páginas, comentó la investigadora, puede leerse sobre la
conducta intachable de los guerrilleros. "Se puede seguir el
decálogo de conducta, de respeto a la dignidad humana". Y recordó
aquella frase donde Fidel sentencia que la victoria en la guerra
depende de un mínimo de armas y de un máximo de moral. "Es un libro
que nos descubre a un hombre que, aún en plena guerra, reconoce que
le está haciendo mucha falta el abrazo de la madre".
Y si es este un libro hermoso por lo que narra, lo es también por
su diseño, su encuadernación, sus imágenes, sus mapas…Explicó
Alberto Alvariño Atiénzar, vicejefe del Departamento Ideológico del
Comité Central del Partido, que esta nueva entrega da continuidad al
anterior, no solo en el contenido sino también en el diseño. Vuelve
a usarse esta vez la tecnología más moderna en la reproducción de 90
000 ejemplares. Es un libro cosido a máquina, que cuenta de 608
páginas, de ellas 163 con elementos gráficos. Habló Alvariño del
empeño de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado,
del Grupo Creativo del Comité Central del Partido, de la Imprenta
Federico Engels y la Alejo Carpentier, de las empresas gráficas
Osvaldo Sánchez y Durero Caribe, para lograr ambos libros que varias
editoras han pedido publicar en inglés, francés, alemán, chino,
árabe, vietnamita y checo.
Luego Fidel pidió a Alvariño que leyera la introducción de La
contraofensiva estratégica. Mientras, él escucha. Y como si
repasara tantos años a la velocidad de la luz, asiente con la
cabeza. Después se sucedieron fragmentos leídos por Fidel, y las
preguntas escudriñadoras del Comandante a sus compañeros de la
Sierra. ¡Parecía increíble cómo recordaba todo! Le pregunta a
Guillermo dónde estuvo con Braulio Coroneaux, qué se hicieron de
aquellas armas calibre 50, cuántas tenía... Enseguida apunta que
eran dos, y a una se le había roto una pieza. Pregunta por Pastorita
Núñez, y ella está en primera fila, también con su uniforme verde:
"Ah, estas ahí, pues para ti traigo noticias". Entonces lee de
cuando se autorizó a Pastorita a visitar a los propietarios de
ingenios y comunicarles que debían contribuir con el producto de la
zafra azucarera de 1958. Comenzamos a tener recursos, y hasta
enviábamos dinero a nuestros compañeros en la Isla de la Juventud,
rememora Fidel. "¿Te acuerdas de eso, Armando?", pregunta
cariñosamente a Hart, que también está allí para escucharle.
Lee Fidel mensajes, llamamientos al pueblo, órdenes militares...
Cada uno va reconstruyendo una historia hecha a base de mucha
valentía contra un Ejército muy superior en número. Y Fidel ríe con
las cartas a Camilo, al Che… con las "malas palabras" dichas
entonces, con las ocurrencias que sabían aleccionar, como aquella en
la que dice a Camilo: "apriétateme los tornillos, y no dejes de
tener en cuenta que la fama, la jerarquía, los éxitos echan a
perder… Si llegas a Pinar del Río tendrás un pelo de la gloria de
Maceo".
Cuando casi sumaban dos horas del encuentro en el Aula Magna,
Fidel concluye su presentación, "porque son muchas las batallas que
se están librando". Entonces aprovecha el momento para abordar
algunos temas de actualidad y librar otra escaramuza contra la
manipulación mediática.
Al concluir su mensaje de alerta, el Comandante no quiere
marcharse sin estrechar la mano o besar la mejilla de sus compañeros
de tantos años. Así va hasta el lugar que cada uno ocupó. Les
conversa, quizás buscando esa historia que tan necesaria es contar.
Hasta los periodistas de la Mesa Redonda también llega Fidel, y les
habla de esta civilización tan convulsa, de paso los incita a seguir
analizando "que bastante material tienen".
Casi a la salida del Aula Magna un grupo de estudiantes
universitarios espera. Les toca el saludo de Fidel. El Comandante no
los defrauda. Hasta ellos llega con una alegría inmensa. Les
pregunta por las condiciones de la legendaria Aula, les habla de las
atrocidades que se suceden en el mundo, de la matanza de palestinos,
de los niños que mueren, del holocausto. Los envidia sanamente por
el entusiasmo, por la juventud.
Y se marcha Fidel con esa alegría que producen los encuentros con
amigos, hermanos, con los buenos cubanos de siempre, con los de
ahora. Ciertamente ha sido largo y duro el camino, pero ha valido la
pena.