La Habana. Estuvo cuatro años debatiéndose entre la vida y la
muerte. En un entrar y salir del quirófano, entubado, recibiendo
alimentos a través de venas y catéteres y con pérdidas frecuentes
del conocimiento...
"Mi enfermedad no es ningún secreto de Estado", habría dicho poco
antes de que ésta hiciera crisis y lo obligara a "hacer lo que tenía
que hacer": delegar sus funciones como Presidente del Consejo de
Estado y, consecuentemente, como Comandante en Jefe de las Fuerzas
Armadas de Cuba.
"No puedo seguir más", admitió entonces —según revela en ésta su
primera entrevista con un medio impreso extranjero desde entonces—.
Hizo el traspaso del mando, y se entregó a los médicos.
La conmoción sacudió a la nación entera, a los amigos de otras
partes; hizo abrigar esperanzas revanchistas a sus detractores, y
puso en estado de alerta al poderoso vecino del norte. Era el 31 de
julio de 2006 cuando dio a conocer, de manera oficial, la carta de
renuncia del máximo líder de la Revolución cubana.
Lo que no consiguió en 50 años su enemigo más feroz (bloqueos,
guerras, atentados) lo alcanzó una enfermedad sobre la que nadie
sabía nada y se especulaba todo. Una enfermedad que al régimen, lo
aceptara o no, iba a convertírsele en "secreto de Estado".
(Pienso en Raúl, en el Raúl Castro de aquellos momentos. No era
sólo el paquete que le habían confiado casi de buenas a primeras,
aunque estuviera acordado de siempre; era la delicada salud de su
compañera Vilma Espín —quien poco después fallecería víctima de
cáncer—, y la muy probable desaparición de su hermano mayor y jefe
único en lo militar, en lo político, en lo familiar.)
Hoy hace 40 días Fidel Castro reapareció en público de manera
definitiva, al menos sin peligro aparente de recaída. En un clima
distendido y cuando todo hace pensar que la tormenta ha pasado, el
hombre más importante de la Revolución cubana luce rozagante y
vital, aunque no domine del todo los movimientos de sus piernas.
Durante alrededor de cinco horas que duró la charla-entrevista
—incluido el almuerzo— con La Jornada, Fidel aborda los más
diversos temas, aunque se obsesione con algunos en particular.
Permite que se le pregunte de todo —aunque el que más interrogue sea
él— y repasa por primera vez y con dolorosa franqueza algunos
momentos de la crisis de salud que sufrió los pasados cuatro años.
"Llegué a estar muerto", revela con una tranquilidad pasmosa. No
menciona por su nombre la divertículis que padeció ni se refiere a
las hemorragias que llevaron a los especialistas de su equipo médico
a intervenirlo en varias o muchas ocasiones, con riesgo de perder la
vida en cada una.
Pero en lo que sí se explaya es en el relato del sufrimiento
vivido. Y no muestra inhibición alguna en calificar la dolorosa
etapa como un "calvario".
"Yo ya no aspiraba a vivir, ni mucho menos... Me pregunté varias
veces si esa gente (sus médicos) iban a dejarme vivir en esas
condiciones o me iban a permitir morir... Luego sobreviví, pero en
muy malas condiciones físicas. Llegué a pesar cincuenta y pico de
kilogramos."
"Sesenta y seis kilogramos", precisa Dalia, su inseparable
compañera que asiste a la charla. Sólo ella, dos de sus médicos y
otros dos de sus más cercanos colaboradores están presentes.
—Imagínate: un tipo de mi estatura pesando 66 kilos. Hoy alcanzo
ya entre 85 y 86 kilos, y esta mañana logré dar 600 pasos solo, sin
bastón, sin ayuda.
"Quiero decirte que estás ante una especie de re-su-ci-ta-do",
subraya con cierto orgullo. Sabe que además del magnífico equipo
médico que lo asistió en todos estos años, con el que se puso a
prueba la calidad de la medicina cubana, ha contado su voluntad y
esa disciplina de acero que se impone siempre que se empeña en algo.
—No cometo nunca la más mínima violación —asegura—. De más está
decir que me he vuelto médico con la cooperación de los médicos. Con
ellos discuto, pregunto (pregunta mucho), aprendo (y obedece)...
Conoce muy bien las razones de sus accidentes y caídas, aunque
insiste en que no necesariamente unas llevan a las otras. "La
primera vez fue porque no hice el calentamiento debido, antes de
jugar basquetbol." Luego vino lo de Santa Clara: Fidel bajaba de la
estatua del Che, donde había presidido un homenaje, y cayó de
cabeza. "Ahí influyó que los que lo cuidan a uno también se van
poniendo viejos, pierden facultades y no se ocuparon", aclara.
Sigue la caída de Holguín, también cuan grande es. Todos estos
accidentes antes de que la otra enfermedad hiciera crisis y lo
dejara por largo tiempo en el hospital.
"Tendido en aquella cama, sólo miraba a mi alrededor, ignorante
de todos esos aparatos. No sabía cuánto tiempo iba a durar ese
tormento y de lo único que tenía esperanza es de que se parara el
mundo", seguro para no perderse de nada. "Pero resucité", dice
ufano.
—Y cuando resucitó, comandante, ¿con qué se encontró? —le
pregunto.
—Con un mundo como de locos... Un mundo que aparece todos los
días en la televisión, en los periódicos, y que no hay quien
entienda, pero el que no me hubiera querido perder por nada del
mundo —sonríe divertido.
Con una energía sorprendente en un ser humano que viene
levantándose de la tumba —como él dice— y con la mismísima
curiosidad intelectual de antes, Fidel Castro se pone al día.
Dicen, los que lo conocen bien, que no hay un proyecto, colosal o
milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada y que
en especial lo hace si tiene que enfrentarse a la adversidad, como
había sido y era el caso.
"Nunca como entonces parece de mejor humor." Alguien que cree
conocerlo bien le dijo: "las cosas deben andar muy mal, porque usted
está rozagante".
La tarea de acumulación informativa cotidiana de este
sobreviviente comienza desde que despierta. A una velocidad de
lectura que nadie sabe con qué método consigue, devora libros; se
lee entre 200 y 300 cables informativos por día; está pendiente y al
momento de las nuevas tecnologías de la comunicación; se fascina con
Wikileaks, "la garganta profunda del Internet", famosa por la
filtración de más de 90 mil documentos militares sobre Afganistán,
en los que este nuevo "navegante" está trabajando.
—¿Te das cuenta, compañera, de lo que esto significa? —me dice—.
Internet ha puesto en manos de nosotros la posibilidad de
comunicarnos con el mundo. Con nada de esto contábamos antes
—comenta, al tiempo que se deleita viendo y seleccionando cables y
textos bajados de la red, que tiene sobre el escritorio: un pequeño
mueble, demasiado pequeño para la talla (aun disminuida por la
enfermedad) de su ocupante.
—Se acabaron los secretos, o al menos eso pareciera. Estamos ante
un "periodismo de investigación de alta tecnología", como lo llama
el New York Times, y al alcance de todo el mundo.
—Estamos ante el arma más poderosa que haya existido, que es la
comunicación —ataja—. El poder de la comunicación ha estado, y está,
en manos del imperio y de ambiciosos grupos privados que hicieron
uso y abuso de él. Por eso los medios han fabricado el poder que hoy
ostentan.
Lo escucho y no puedo menos que pensar en Chomsky: cualquiera de
las trapacerías que el imperio intente debe contar antes con el
apoyo de los medios, principalmente periódicos y televisión, y hoy,
naturalmente, con todos los instrumentos que ofrece la Internet.
Son los medios los que antes de cualquier acción crean el
consenso. "Tienden la cama", diríamos... Acondicionan el teatro de
operaciones.
Sin embargo, acota Fidel, aunque han pretendido conservar intacto
ese poder, no han podido. Lo están perdiendo día con día. En tanto
que otros, muchos, muchísimos, emergen a cada momento...
Se hace entonces un reconocimiento a los esfuerzos de algunos
sitios y medios, además de Wikileaks: por el lado
latinoamericano, a Telesur de Venezuela, a la televisión cultural de
Argentina, el Canal Encuentro, y a todos aquellos medios, públicos o
privados, que enfrentan a poderosos consorcios particulares de la
región y a trasnacionales de la información, la cultura y el
entretenimiento.
Informes sobre la manipulación de los poderosos grupos
empresariales locales o regionales, sus complots para entronizar o
eliminar gobiernos o personajes de la política, o sobre la "tiranía"
que ejerce el "imperio" a través de las trasnacionales, están ahora
al alcance de todos los mortales.
Pero no de Cuba, que apenas dispone de una entrada de Internet
para todo el país, comparable a la que tiene cualquier hotel Hilton
o Sheraton.
Ésa es la razón por la que conectarse en Cuba es desesperante. La
navegación es como si se hiciera en cámara lenta.
—¿Por qué es todo esto? —pregunto.
—Por la negativa rotunda de Estados Unidos a darle acceso a
Internet a la isla, a través de uno de los cables submarinos de
fibra óptica que pasan cerca de las costas. Cuba se ve obligada, en
cambio, a bajar la señal de un satélite, lo que encarece mucho más
el servicio que el gobierno cubano ha de pagar, e impide disponer de
un mayor ancho de banda que permita dar acceso a muchos más usuarios
y a la velocidad que es normal en todo el mundo, con la banda ancha.
Por estas razones el gobierno cubano da prioridad para conectarse
no a quienes pueden pagar por el costo del servicio, sino a quienes
más lo necesitan, como médicos, académicos, periodistas,
profesionistas, "cuadros" del gobierno y clubes de Internet de uso
social. No se puede más.
Pienso en los descomunales esfuerzos del sitio cubano
Cubadebate para alimentar al interior y llevar hacia el exterior
la información del país, en las condiciones existentes. Pero, según
Fidel, Cuba podrá solucionar pronto esta situación.
Se refiere a la conclusión de las obras de cable submarino que se
tiende del puerto de La Guaira, en Venezuela, hasta las cercanías de
Santiago de Cuba. Con estas obras, llevadas adelante por el gobierno
de Hugo Chávez, la isla podrá disponer de banda ancha y
posibilidades de acometer una gran ampliación del servicio.
—Muchas veces se ha señalado a Cuba, y en particular a usted, de
mantener una posición antiestadunidense a rajatabla, y hasta han
llegado a acusarlo de guardar odio hacia esa nación —le digo.
—Nada de eso —aclara—. ¿Por qué odiar a Estados Unidos, si es
sólo un producto de la historia?
Pero, en efecto: hace apenas como 40 días, cuando todavía no
había terminado de "resucitar" se ocupó —para variar—, en sus nuevas
Reflexiones, de su poderoso vecino.
"Es que empecé a ver bien clarito los problemas de la tiranía
mundial creciente... —y se le presentó, a la luz de toda la
información que manejaba, la "inminencia de un ataque nuclear que
desataría la conflagración mundial".
Todavía no podía salir a hablar, a hacer lo que está haciendo
ahora, me indica. Apenas podía escribir con cierta fluidez, pues no
sólo tuvo que aprender a caminar, sino también, a sus 84 años, debió
volver a aprender a escribir.
"Salí del hospital, fui para la casa, pero caminé, me excedí.
Luego tuve que hacer rehabilitación de los pies. Para entonces ya
lograba comenzar de nuevo a escribir.
"El salto cualitativo se dio cuando pude dominar todos los
elementos que me permitían hacer posible todo lo que estoy haciendo
ahora. Pero puedo y debo mejorar... Puedo llegar a caminar bien.
Hoy, ya te dije, caminé 600 pasos solo, sin bastón, sin nada, y esto
lo debo conciliar con lo que subo y bajo, con las horas que duermo,
con el trabajo."
—¿Qué hay detrás de este frenesí en el trabajo, que más que a una
rehabilitación puede conducirlo a una recaída?
Fidel se concentra, cierra los ojos como para empezar un sueño,
pero no... vuelve a la carga:
"No quiero estar ausente en estos días. El mundo está en la fase
más interesante y peligrosa de su existencia y yo estoy bastante
comprometido con lo que vaya a pasar. Tengo cosas que hacer
todavía."
—¿Cómo cuáles?
—Como la conformación de todo un movimiento antiguerra nuclear
—es a lo que viene dedicándose desde su reaparición.
"Crear una fuerza de persuasión internacional para evitar que esa
amenaza colosal se cumpla" representa todo un reto, y Fidel nunca ha
podido resistirse a los retos.
"Al principio yo pensé que el ataque nuclear iba a darse sobre
Corea del Norte, pero pronto rectifiqué porque me dije que ése lo
paraba China con su veto en el Consejo de Seguridad...
"Pero lo de Irán no lo para nadie, porque no hay veto ni chino ni
ruso. Luego vino la resolución (de Naciones Unidas), y aunque
vetaron Brasil y Turquía, Líbano no lo hizo y entonces se tomó la
decisión."
Fidel convoca a científicos, economistas, comunicadores,
etcétera, a que den su opinión sobre cuál puede ser el mecanismo
mediante el cual se va a desatar el horror, y la forma en que puede
evitarse. Hasta a ejercicios de ciencia ficción los ha llevado.
"¡Piensen, piensen!", anima en las discusiones. "Razonen,
imaginen", exclama el entusiasta maestro en que se ha convertido en
estos días.
No todo el mundo ha comprendido su inquietud. No son pocos los
que han visto catastrofismo y hasta delirio en su nueva campaña. A
todo esto habría que agregar el temor que a muchos asalta, de que su
salud sufra una recaída.
Fidel no ceja: nada ni nadie es capaz de frenarlo siquiera. Él
necesita, a la mayor brevedad, CONVENCER para así DETENER la
conflagración nuclear que —insiste— amenaza con desaparecer a una
buena parte de la humanidad. "Tenemos que movilizar al mundo para
persuadir a Barack Obama, presidente de Estados Unidos, de que evite
la guerra nuclear. Él es el único que puede, o no, oprimir el
botón."
Con los datos que ya maneja como un experto, y los documentos que
avalan sus dichos, Fidel cuestiona y hace una exposición
escalofriante:
—¿Tú sabes el poder nuclear que tienen unos cuantos países del
mundo en la actualidad, comparado con el de la época de Hiroshima y
Nagasaki?
"Cuatrocientas setenta mil veces el poder explosivo que tenía
cualquiera de las dos bombas que Estados Unidos arrojó sobre esas
dos ciudades japonesas. ¡Cuatrocientas setenta mil veces más!",
subraya escandalizado.
Esa es la potencia que tiene cada una de las más de 20 mil armas
nucleares que —se calcula— hay hoy día en el mundo.
Con mucho menos de esa potencia —con tan sólo 100— ya se puede
producir un invierno nuclear que oscurezca el mundo en su totalidad.
Esta barbaridad puede producirse en cosa de unos días, para ser
más precisos, el 9 de septiembre próximo, que es cuando vencen los
90 días otorgados por el Consejo de Seguridad de la ONU para
comenzar a inspeccionar los barcos de Irán.
—¿Tú crees que los iraníes van a retroceder? ¿Tú te los imaginas?
Hombres valientes, religiosos que ven en la muerte casi un premio...
Bien, los iraníes no van a ceder, eso es seguro. ¿Van a ceder los
yanquis? Y, ¿qué va a pasar si ni uno ni otro ceden? Y esto puede
ocurrir el próximo 9 de septiembre.
"Un minuto después de la explosión, más de la mitad de los seres
humanos habrán muerto, el polvo y el humo de los continentes en
llamas derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán
a reinar en el mundo", escribió Gabriel García Márquez en ocasión
del 41 aniversario de Hiroshima. "Un invierno de lluvias anaranjadas
y huracanes helados invertirán el tiempo de los océanos y voltearán
el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas
ardientes... La era del rock y de los corazones trasplantados estará
de regreso a su infancia glacial... "
—Dime, dime, ¿qué tanto está diciendo la "mafia" de todo lo que
escribí?
—No es sólo la "mafia", ¿eh? Son más los desconcertados con esas
Reflexiones, comandante. Ya ni qué decir del disgusto que le
propinó al gobierno mexicano.
—No tenía ningún interés de criticar al gobierno... ¿Para qué me
iba a meter con el gobierno? ¿Por gusto? Si yo me dedicara a meterme
con los gobiernos, a decir las cosas malas o equivocadas que
considero que han hecho, Cuba no tendría relaciones.
—Se dice que con sus elogios y reconocimientos abiertos, lo que
usted dio a Andrés Manuel López Obrador fue el "beso del diablo"...
y se preguntan por qué hasta ahora hace públicos tanto las
declaraciones de Carlos Ahumada a la justicia cubana como detalles
de su singular relación con Carlos Salinas de Gortari. Sospechan que
habría una intención oculta.
—No, no, no. Yo tuve la suerte de encontrarme con el libro de
Andrés Manuel. Alguien me lo dio al final de la sesión de la
Asamblea. Lo leí rápido y su lectura me inspiró a escribir lo que
escribí.
—¿Qué lo inspiró?
—Enterarme de lo que han hecho con la tierra, con las minas; de
lo que han hecho con el petróleo... Enterarme del robo, del saqueo
que ha sufrido ese gran país; de la barbaridad ésa que han cometido,
y que (hoy tiene a México como lo tiene)...
—Hay desconfiados de uno y otro bando que insisten en que detrás
de su carambola hay otros propósitos.
—No. Yo no tenía planeado escribir lo que escribí; no estaba en
mis planes. Yo tengo agenda libre.
—Pues levantó una gran polvareda, le aviso. Lo acusan de haber
desatado todo un escándalo político y le llueven las críticas porque
dicen que ya sea para bien o para mal, usted, comandante, se ha
metido en el proceso electoral mexicano...
—¡Ah! ¿Sí? —pregunta muy animado—. ¿Así que hay críticas contra
mí? ¡Qué bueno, qué bueno! ¡Mándamelas! ¿Y de quién son las
críticas?
—De muchos, menos de uno. El único —de los involucrados— que no
ha dicho una sola palabra es Carlos Salinas...
—Porque es el más inteligente, siempre lo fue, además de más
hábil —dice exhibiendo una sonrisa maliciosa... Por su expresión,
pareciera que ya está esperando la respuesta de Salinas. A lo mejor,
hasta en un libro.
Luego, pasa a repetir algunos pasajes de sus Reflexiones:
que si Salinas había sido solidario con Cuba, que si cuando (1994)
actuó de mediador (designado por Clinton) entre Estados Unidos y la
isla "se portó bien y fungió realmente como mediador y no como
aliado de Estados Unidos..."
Cuenta que cuando Salinas obtuvo del gobierno cubano la
aceptación para refugiarse en ese país y hasta adquirir "legalmente"
una casa se veían "con determinada frecuencia" e intercambiaban
puntos de vista, etcétera.
—Llegué a pensar que él nunca trató de engañarme —dice
socarronamente.
—¿De veras? —pregunto. ¿Acaso Salinas comentó o consultó con él
la decisión de su gobierno de abrirse a la relación con
organizaciones terroristas declaradas, como era el caso de la
Fundación Nacional Cubano Americana creada con el exclusivo
propósito de derrocar al régimen castrista y asesinar a su
presidente, Fidel Castro?
Por primera vez en la historia de las relaciones entre los dos
países, un gobierno de México abría las puertas de la casa
presidencial a Jorge Mas Canosa, a la sazón presidente de esa
organización paramilitar, vieja enemiga de la Revolución cubana.
"Lo que usted trajo a esta casa fue a un asesino", le dije a
Carlos Salinas en aquella ocasión, durante una entrevista con La
Jornada. Salinas asintió con la cabeza, concediéndome razón.
Pero de inmediato se justificó diciendo que lo que buscaba su
gobierno era participar, con la "pluralidad" cubana, en el "diálogo"
que se estaba realizando para acercar a las partes.
"Quiero decirle que México es sumamente respetuoso de los
procesos internos que decidan los cubanos", aseguró entonces.
"Pero lo que suceda a Cuba no va a ser ajeno a los mexicanos; los
mexicanos no podemos estar ausentes de las transformaciones que se
den en ese país porque repercutirán en México, en toda
Latinoamérica. Tenemos que mantener esta comunicación con todo el
abanico de opiniones... " (La Jornada, agosto de 1992).
—¿Opiniones? ¿México necesitaba la "opinión" de un criminal para
enriquecer su diálogo con los países vecinos? —inquiero ahora.
Fidel ha bajado la cabeza y pregunta como para sí mismo:
—¿Por qué nos hizo eso? "Él se había portado como amigo de Cuba.
Con él se arreglaban los asuntos políticos o económicos pendientes,
en fin... Daba la impresión de que no tenía problemas con nosotros.
"¿Por qué demonios tenía que recibir al bandido ése?", se
pregunta un tanto desconcertado.
Pero no quiere manifestarse más. Hace rato que había dado vuelta
a la página o la había reservado para el momento en que —tras el
balance obligado— decidiera hacer del conocimiento público la
terminación de su relación con el ex presidente mexicano, como
ocurrió con su Reflexión "El gigante de las siete leguas".
—Cuba nunca quiso entregar la documentación filmada que probaba
el complot contra López Obrador, como se lo demandó en su momento el
PRD.
—En eso no los podíamos complacer —explica—. Enviamos toda la
documentación a la autoridad que solicitó la extradición (la
cancillería mexicana). Otra actitud no habría sido seria —subraya.
Luego, Fidel enfermó gravemente y ese asunto, como muchos otros,
habría tenido que esperar.
—¿Por qué la mención a López Obrador en estos momentos casi pre
electorales?
—Porque yo tenía una deuda con él. Yo quería decirle que (aunque
no accedió a entregarle la documentación que solicitó) no estábamos
en ningún complot en su contra, ni (estuvimos) ni estamos coaligados
con nadie para hacerle daño. Que como dije en mi escrito, me honro
en compartir sus puntos de vista.
—Ahí es precisamente donde dicen que le dio "el beso del diablo",
Comandante.
—Así que ni hablar de invitarlo a visitar Cuba, ¿verdad? —dice
sonriendo pícaramente—. Estaría arriesgando mucho, ¿no es así? Le
caería encima toda la pandilla ésa, para desacreditarlo y quitarle
votos.
—Como hace 50 años, en los primeros tiempos de la Revolución, en
que viajar a Cuba era toda una osadía. Una foto en llegadas o
salidas del aeropuerto de México hacia La Habana podía costar
persecución, golpes, cárcel...
Fidel mantiene su risita ésa, y aconseja:
"No se preocupen tanto ustedes los mexicanos por estas cosas.
Todo eso va a cambiar. No albergo la menor duda de que más pronto de
lo que imaginan habrá en México grandes cambios."
CONTINUARÁ...
Entrevista con Fidel Castro
(II Parte):