Las lluvias remanentes del monsón han matado a cuatro personas en
los últimos días, para agravar un panorama de inseguridad
generalizado tras el despertar del volcán Sinabung.
Los deslaves han sepultado parcialmente el distrito de Banyunas,
donde amen de los cuatro muertos hay un niño desaparecido, cuyo
eventual rescate se dificulta porque los aguaceros persisten,
reporta Prensa Latina.
Mientras, en la isla de Sumatra miles de aldeanos regresan a sus
viviendas bajo una nube de cenizas, pese a la advertencia oficial
sobre una erupción más potente del Sinabung.
Algunos prefieren ya respirar humo en vez del aire enrarecido de
refugios sobresaturados, donde las condiciones de hacinamiento ya
mataron de un infarto a un evacuado y por asfixia a otro.
Las autoridades no pueden impedir el retorno a casa de unas seis
mil personas hastiadas de albergues, mezquitas e iglesias, y rodean
un volcán bastante subestimado entre los 129 activos de Indonesia.
Sin embargo, por encontrarse Sumatra en la unión de las placas
tectónicas de Eurasia y el Pacífico, los científicos estiman que el
Sinabung tiene un alarmante potencial destructivo.
Tras cuatro siglos inactivo su erupción sorprendió a los
vulcanólogos, lanzando cenizas a varios kilómetros y afectando la
navegación aérea.
Enclavada en el Cinturón de Fuego del Pacífico, Indonesia sufre
miles de sacudidas sísmicas al año, y las explosiones de los montes
Tambora y Krakatoa son las peores en la historia de la vulcanología.
La erupción del Tambora en 1815 mató a unas 88 mil personas al
sepultar la isla Sumbawa, y el estallido del Krakatoa en 1883 fue
escuchado a tres mil 200 kilómetros, oscureciendo la región durante
meses y provocando un tsunami que dejó 36 mil muertos.