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Tarantino defenderá con pasión en Venecia el filme
que le guste

El cineasta norteamericano Quentin Tarantino llegó a Venecia dispuesto a defender la película que hable a sus sentimientos y emociones, con independencia de los vínculos que puedan existir entre él y sus autores, reporta Prensa Latina.

En rueda de prensa aludió, de esa manera tangencial, a cualquier suspicacia que pudiera despertar la presencia en concurso de una cinta de su ex pareja sentimental, Sofía Coppola, y otra de su amigo, Monte Hellman, el productor de Reservoir dogs, quien apostó por el cuando Tarantino era un debutante desconocido.

Sin hacer profesiones de fe, declaró con naturalidad que su integridad profesional, a la vista de todos, palpable y transparente, lo pone a salvo de cualquier conjetura, tanto como su ojo de cineasta entrenado capaz de percibir la talla de una película de un solo golpe de vista.

Siempre salgo del cine con una opinión concreta, dijo.

Sin expresarlo de una manera explícita, dejó claro que los presupuestos artísticos y la capacidad de un filme de tocar lo profundo humano, sus cuerdas sensoriales, serán las divisas que regirán su trabajo como presidente del grupo encargado de decidir los galardones.

Si una película me gusta, la defenderé por encima de todo, aunque la hubiera filmado mi propia madre, subrayó, tras admitir que sus gustos han cambiado con los años.

Claro que en su concepto de gusto hay una implicación profunda en que lo técnico y lo estético, y quizás el riesgo, van de la mano.

Tarantino compartirá la difícil tarea de unir criterios, a la hora de distribuir los Leones, con Danny Elfman, el músico de cabecera de Tim Burton; el cineasta y guionista mexicano Guillermo Arriaga y el francés Arnaud Desplechin, que tiene fama de exquisito.

Completan el equipo los realizadores italianos Gabriele Salvatores y Luca Guadagnino y la única "mujer sin piedad" de esta edición: la actriz lituana Ingeborga Dapkunaite.

Tarantino ya experimentó en carne propia la marejada de criterios, a veces contrapuestos, que pueden generar las decisiones de un jurado. Asi fue en Cannes 2004 cuando, bajo su órbita, se entregó la Palma de oro al documental Faranheit 9 11, de su colega Michael Moore, calificado por ciertos sectores como un premio político más que artístico.

Dejando atrás la regla no escrita de que en Venecia el lauro principal estaba destinado a los largmetrajes de ficción, respaldó a ultranza un documental en los dramáticos momentos en que su país lanzaba, como una avalancha, la guerra contra Iraq.

Entonces dio pruebas de esa integridad de la que hace gala y en la que se juntaan su ojo entrenado y el papel que atribuye a los filmes que hablan directo a lo profundo humano.

 

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