Actualizado 2:45 p.m. hora local

Hallan hongos curiosos o estalagmitas en cueva
Santa Catalina

FERNANDO DÁVALOS

En varios salones de la cueva de Santa Catalina, que se localiza paralela a la autopista Vía Blanca, a una decena de kilómetros de la playa de Varadero, en la provincia de Matanzas, se hallan los muy curiosos hongos gigantes, que son en realidad estalagmitas fungiformes, raras en Cuba y que se levantan a varios metros del suelo de la espelunca.

Su excepcional forma motiva a turistas nacionales y foráneos a realizar excursiones a la caverna, siempre con un guía, pues sus aberturas están muy ocultas por la espesa montuosidad, reporta la AIN.

Pero en las bocas, galerías y salones de Santa Catalina, Monumento Nacional de la República de Cuba, en atención, además, a sus valores históricos, la atracción del vasto sistema cavernario se acrecienta al saber que hace miles de años fue habitáculo de primitivos aborígenes, los que no obstante su elemental cultura dejaron plasmada su presencia allí en toscos dibujos rupestres.

Más cercanos en el tiempo, igualmente, la enorme cueva (de ocho kilómetros de longitud) dio abrigo a esclavos negros escapados de los ingenios azucareros de la cercanas localidades de Camarioca y Cantel, y de la propia Matanzas.

Esos cimarrones lograron sobrevivir en esos dominios y también en las paredes dejaron sus huellas pictóricas, junto a los sencillos enseres necesarios para alimentarse, como "fantasmas" en agonía.

Se sabe que en Santa Catalina pernoctaba y ocasionalmente se escondía de sus perseguidores, una unidad de guerreros cubanos del Ejército Libertador, que en el siglo XIX se enfrentaba a la colonia española, igualmente, cual si fueran almas en pena. Se dice que en la cueva llegó a funcionar un insurrecto hospital de campaña.

También se reporta que a unos 600 metros de una de sus salidas a la superficie, por su parte Norte, hace varias décadas fueron hallados en una charca de agua los restos óseos fosilizados y dispersos de una india joven de unos 20 años, fallecida hace unos tres mil años de pánico e inanición, presumiblemente al no hallar un escape a la impenetrable oscuridad que la rodeaba.

La muchacha había entrado en la caverna, posiblemente buscando refugio de un temporal y avanzó mucho hacia adentro, hasta el reino de las tinieblas. Ella debió formar parte de una muy antigua etnia de aborígenes recolectores que se extinguieron muchos años antes de la llegada de la expedición de Cristóbal Colón a Cuba, en 1492.

 

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