Marta
Grau Serra es la típica cubana de los pies a la cabeza: inteligente
y sensible, sin ínfulas de grandeza, imprescindible en la casa y en
el barrio, conversadora, amante de la música, con un peculiar
sentido de justicia que determina su existencia. "Sin la Revolución
y sin mi Patria no soy nadie", señala con acento.
Cuando habla de la historia de la Federación de Mujeres Cubanas
en estos 50 años rememora su niñez en el central Puerto Rico, en
Unión de Reyes, donde "catorce hermanos pasamos mucho trabajo y nos
criamos con escasez de todo tipo".
Cual si fuera un mérito, insiste en que procede de una familia
muy humilde. "Eso sí, mi mamá nos inculcó en que se puede ser pobre
pero que por encima de todo está el decoro".
Marta es secretaria del Bloque 30 Ana Betancourt del Consejo
Popular Naranjal Norte, uno de los más destacados en el municipio de
Matanzas. Asegura que la organización en la base es efectiva cuando
de verdad se trabaja y las federadas con responsabilidad son las
principales protagonistas. "Las cosas funcionan si los cuadros somos
ejemplo y logramos aunar al resto de las mujeres e incluso a los
demás factores del barrio".
—¿Alguna experiencia meritoria en el Bloque?
"Entre otras tareas llevamos adelante un proyecto con la
intención de que niños y adolescentes consigan un mejor uso del
tiempo libre. En ese propósito contamos con la participación activa
de los padres y nos auxiliamos de otros factores, como el propio CDR,
la asociación de combatientes y el núcleo zonal. Se trata de un
movimiento real con gran acogida y resultados palpables.
"Claro está, no estamos satisfechas y consideramos que aún
existen ideas revolucionarias en consonancia con nuestra realidad e
iniciativas que deben materializarse para mantener viva a la
organización".
—A propósito, ¿cuál es tu mayor preocupación, dónde estriba el
principal desafío para la Federación de Mujeres Cubanas?
"Más allá de cierta rutina y los problemas de funcionamiento, el
reto mayor está en despertar un verdadero interés por la
organización en los jóvenes y en especial en las muchachas de nuevo
ingreso. Que el relevo llegue a palpar la real dimensión de la FMC,
inculcarles amor y el sentido originario y definitivo de la
organización.
"Quizás ahora falte un poco de aquel entusiasmo de los años
60-70, cuando por lógicos motivos había un constante ajetreo,
infinidad de batallas y programas de toda naturaleza. Ese es un
espacio que no debemos perder y necesitamos avivar porque la mujer
sigue teniendo el mismo peso, e incluso mayor, en la obra humana que
es la Revolución".
Marta Grau es bióloga de profesión, y fue fundadora de la Escuela
de Formación de Educadoras de Círculos Infantiles, iniciativa que
abrazó la entrañable Vilma Espín. De su ardor como educadora conocen
en la localidad de Alacranes, Cabezas y en la ciudad de Matanzas. En
el 2005 decidió jubilarse pero regresó por la conocida necesidad de
profesores en el sector educacional en el territorio. Actualmente se
desempeña en el departamento de extensión universitaria en la Sede
Medardo Vitier.
—¿En qué medida la misión docente quita eficacia a tu papel como
dirigente de base?
"Mas bien hay una gran coexistencia entre un desempeño y el otro.
Hasta la más simple actividad como profesora está siempre ligada a
los deberes como federada. Marchan juntas las tareas docentes y las
tradicionales de la FMC. Me siento una mujer feliz de mi condición
de maestra y de federada, por lo que ambas representan para la mujer
cubana".