Manifiesto en la clandestinidad

RAQUEL MARRERO YANES

"(…) Al adoptar de nuevo la línea del sacrificio asumimos ante la historia la responsabilidad de nuestros actos. Y al hacer nuestra profesión de fe en un mundo más feliz para el pueblo cubano, pensamos como Martí que el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber y que ese es el único hombre práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana..."

Así finaliza el Manifiesto No. 1 del 26 de Julio al pueblo de Cuba, redactado por Fidel Castro en Ciudad México, el que terminó de escribir el 8 de agosto de 1955. En el histórico documento el Comandante en Jefe hace un llamado a luchar contra la dictadura de Batista y expone el Programa de la Revolución.

Días antes, el líder revolucionario impartió instrucciones a los dirigentes del Movimiento 26 de Julio en La Habana, acerca de la edición del Manifiesto y la necesidad de sacar por lo menos 50 000 ejemplares a la calle.

El trabajo requirió de grandes esfuerzos. La reproducción se logró en México sobre todo gracias a Fidel, quien empeñó su único abrigo para sufragar los gastos de impresión, en la cual también ayudaron un luchador mexicano y un amigo linotipista.

Luego de varias correcciones se logró la impresión. A pesar de los contratiempos, buscaron una manera segura y rápida para hacer llegar de forma clandestina la propaganda a todo el país, la que debía distribuirse preferentemente en los sindicatos y centros obreros.

En el Manifiesto, Fidel critica el oportunismo de las posiciones entreguistas y politiqueras; argumenta sobre el carácter inconstitucional del régimen; y define con pleno sentido histórico su posición inclaudicable frente a la tiranía.

Además, reafirma su fe en el pueblo y delinea los principios organizativos y tácticos del Movimiento, al tiempo que resume, en 15 puntos, el programa de medidas planteado en La Historia me absolverá, que le permitiría alcanzar la más amplia base social para llevar adelante su proyecto revolucionario.

En primer lugar la extinción del latifundio y la distribución de las tierras entre los campesinos; la reivindicación de las conquistas obreras; la industrialización inmediata del país y la rebaja de los alquileres; la nacionalización de los servicios públicos; la construcción de ciudades escolares, la extensión de la cultura y la reforma de la enseñanza.

Contemplaba, además, la reorganización de la administración pública; salarios dignos a los maestros y funcionarios públicos; seguro social y estatal contra el desempleo; la reestructuración del poder judicial y la abolición de los Tribunales de Urgencia y, por último, la confiscación de todos los bienes malversados de los gobiernos anteriores.

 

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