Difícil
imaginar que aquel joven trovador que salió a la palestra en la
década del 90 cantando sobre sentimientos ajenos, conflictos
existenciales y amorosos, viviría con el paso del tiempo uno de los
romances más prolongados con el público que defiende la vida
inteligente dentro de la música, sin renunciar a mover el cuerpo
ante la menor insinuación de canciones que también pueden ser
programadas en las pistas de baile.
A
diferencia de otros artistas, David Torrens encontró la piedra
filosofal desde su debut discográfico. Fue con la publicación del CD
Mi poquita fe (1998), álbum que dejó inaugurada oficialmente
la "era torrens" en la canción cubana contemporánea y que, para
muchos, ha sido uno de los fonogramas fundamentales de su carrera.
El toque personal y el ritmo contagioso de obras que esquivaron
los golpes del tiempo como Sentimientos ajenos y Aunque
siempre sin dinero, le dejaron el camino listo para ocupar un
sitio de luz en la memoria musical de los partidarios de la trova y
de sus ritmos adyacentes. Pero no se durmió en los laureles y centró
su energía en construir poco a poco un repertorio lleno de textos
que tienen los pies en Cuba, pero la mirada en el universo.
En su regreso a los escenarios Torrens no la tuvo fácil. Debió
enfrentarse a una incesante lluvia que amenazó con caer sobre el
público con la fuerza de los aguaceros de mayo, y necesitó acudir a
todo lo que traía entre manos para conquistar a los espectadores
reunidos el pasado fin de semana en el Pabellón Cuba, dado que no
solo se encontraban en la instalación sus seguidores más fieles,
sino también una buena parte de los visitantes a la jornada de
apertura de Arte en la Rampa.
De ahí que su aparición sobre el tablado fue de la mejor forma en
que él sabe hacerlo: recurrió a su habitual carisma y energía
escénica para conectar con la mayoría de los asistentes y, mientras
la lluvia iba cediendo, ofreció una síntesis de su historia musical
en la que, por supuesto, no faltaron temas que han adquirido el
status de imprescindibles dentro de su repertorio, como Quién me
quiere a mí, Sentimientos ajenos y otros de reciente
factura. Canciones que han permitido descubrir las inquietudes
generacionales de este trovador y sus inclinaciones estéticas, esas
que lo impulsaron a fusionar el caudal de ritmos cubanos con
elementos del pop y el rock principalmente, mestizaje que ha
aportado sólidos argumentos a la música del patio.
El cantautor no solo aprovechó el concierto para estrenar la
banda sonora del verano, sino, además, para seguir dando a conocer
la existencia de su tercer fonograma, Razones (Bis Music),
ganador del premio Cubadisco 2010 en el apartado de fusión.