Leo Matiz cumple su sueño

MICHEL HERNÁNDEZ
michelher@granma.cip.cu

¡Macondo existe! Repetida una y otra vez, esa frase se ha convertido en una expresión común en las galerías que han recibido la exposición del célebre fotógrafo colombiano Leo Matiz sobre el legendario poblado de Aracataca. Es lógico: para muchos la región que Gabriel García Márquez sacó del olvido en Cien años de soledad era solo un punto en el mapa de la imaginación del Premio Nobel. Pero cuando la descubren plasmada en blanco y negro, caen víctimas de la sorpresa de quien ve desvanecerse, como la arena entre las manos, una idea aceptada por años.

Frida Kahlo vista por el lente de Matiz.

"Es muy interesante lo que pasa con esta exposición. Mucha gente en el mundo se ha sorprendido cuando comprueban que ese pueblito es de verdad, porque pensaban que era una invención de Gabo".

Así relata Alejandra Matiz, hija de este iluminado hacedor de imágenes, sus vivencias durante las exhibiciones de Macondo visto por Leo Matiz, una muestra que ha girado por todo el orbe y que ahora hizo escala en Cuba. La exposición, instalada en el Centro Hispanoamericano de Cultura, bajo los auspicios del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, la Embajada de Colombia en La Habana y la Oficina del Historiador de la Ciudad, refleja la sensibilidad poética de una de las leyendas de la fotografía del siglo XX, y retrata a través de 47 obras el halo mítico de Aracataca, inspiración de Macondo, donde el "guardián de la sombra", como fue calificado este versátil y aventurero creador, vio la luz diez años antes que García Márquez.

Foto: Jorge Luis GonzálezAlejandra Matiz, hija del célebre fotógrafo colombiano.

Fotógrafo, caricaturista, pintor, reportero gráfico, actor y publicista, Leo Matiz abrió los ojos al mundo en 1917. La historia de su nacimiento podría poner verde de envidia al más macondiano de los personajes del autor de El amor en los tiempos del cólera.

"Mi papá nació encima de un caballo, algo que es lo más macondiano que podemos imaginar. Mi abuela tenía trece años cuando sintió los dolores de parto. En aquella época el único medio de transporte en Aracataca era el caballo, el burro o la mula y el movimiento del animal provocó que ella diera a luz antes de llegar a la partera. Luego, cuando él cumplió los tres años, le preguntaba a mi abuela si su madre era ella o el caballo..." dice sonriente la presidenta de la Fundación Leo Matiz y restauradora de arte.

Este maestro del lente no solo compartió con García Márquez la geografía espiritual de su vida. También, como el insigne escritor, cedió a la tentación de revelar al mundo la magia de Aracataca, propósito que lo motivó a traducir al lenguaje fotográfico la mística de su región natal. "Es increíble cómo inmortalizó sin saberlo lo que Gabo después escribió. A los 21 años ya había probado suerte con la cámara, pero se consideraba más caricaturista o pintor. Por aquel entonces le pidieron un reportaje sobre el río Magdalena, y empezó a hacer una serie de instantáneas de pescadores".

Cuenta Alejandra que así surgió la foto que más amó Leo Matiz. Se trata de La red, una obra en la se que mezcla el culto a la belleza y a la expresividad y profundidad de la naturaleza humana.

"La imagen —señala — la tomó al mediodía con una cámara de baja velocidad. Vio a un pescador en el rió, se metió al agua, lo retrató, desayunó con él y después fue para la casa a revelarla. Cuando la vio se volvió como loco. Él siempre dijo que esa fue su foto de conquista, pagó deudas y ganó amores".

Matiz vivió con intensidad el ritmo de una vida que despierta tanta admiración como su propia obra. Fundó la galería donde Fernando Botero inauguró sus dos primeras exposiciones; cubrió guerras y revoluciones; fue íntimo amigo de los muralistas mexicanos; trabajó con Luis Buñuel, y recorrió el mundo como fotorreportero de prestigiosas publicaciones. En su archivo aparecen fotografías de Salvador Allende, Diego Rivera y Frida Kahlo, Buñuel, Louis Armstrong y Walt Disney, entre una amplia lista de personalidades. En esa colección destaca un grupo de imágenes del líder cubano Fidel Castro, a quien conoció por intermedio de Jorge Eliécer Gaitán.

"En 1948 el dirigente revolucionario colombiano le dijo a mi padre que quería presentarle a un muchacho que prometía mucho. Fue entonces que él conoció a Fidel en Colombia gracias a Gaitán, quien luego fue ultimado a balazos, un asesinato que desencadenó los sucesos del Bogotazo. Mi padre estaba ahí cuando lo mataron y tomó la primera foto de su cuerpo sin vida", comenta.

La presidenta de la Fundación Leo Matiz, que atesora más de un millón de obras, recuerda que su progenitor realizaba todo un ritual del proceso creativo. "Siempre decía que la fotografía hay que pensarla, y que ahora una buena parte de sus creadores no piensan mucho, porque toman las instantáneas muy rápido y se cansan y no insisten. Cuando él iba a retratar a un artista, se volvía su amigo y regresaba a su casa una y otra vez. De ahí que forjaba otro tipo de vínculo y el producto final quedaba impecable", explica.

Leo Matiz aseguró que "su mejor foto nunca la había hecho", aunque realmente transformó en auténticas obras de arte las estampas que "congeló" durante sus viajes por América Latina, donde captó el espíritu de las ciudades "invisibles" del alma latinoamericana y la dignidad natural de sus habitantes.

Hombre de izquierda que abrazó las mejores causas de su tiempo, el autor de Campesinos estuvo varias veces en la Isla, adonde "quiso regresar antes de morir en 1998, pero no pudo" según revela su hija. "Sin embargo —afirma—traer esta exposición a Cuba ha sido como si mi padre hubiera cumplido su sueño".

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir