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María Cabrales fue una estrella que brilló con luz propia

LILIETH DOMÍNGUEZ QUEVEDO

El ejemplo de María Cabrales, esposa del mayor general Antonio Maceo, la convirtió en símbolo de la participación femenina por la liberación de Cuba.

Fue una estrella que brilló con luz propia, dijo a la AIN Damaris Torres, investigadora del Centro de Estudios Antonio Maceo, y su contribución a la causa independentista la valoró el hombre que la acompañó durante más de 30 años de matrimonio y quien afirmó: "Tu vida entera es el mejor ejemplo".

La autora santiaguera en su texto "María Cabrales: vida y acción revolucionarias", recoge el quehacer patriótico de la mambisa durante las guerras independentistas cubanas del siglo XIX, cuyo quehacer se vio eclipsado por la imagen del Titán de Bronce en un largo periodo.

No escapó a la visión que en su época existió acerca del papel de la mujer en la sociedad -enfatizó- fue vista como la esposa frágil, dócil, hogareña, apolítica, que siguió al cónyuge a la guerra como era lo usual, incapaz de actuar de manera independiente.

Diversos documentos y su lectura desde otra perspectiva posibilitaron desentrañar la verdadera dimensión de la personalidad de Maria Cabrales, y se sabe que con solo 21 años partió a la manigua en los primeros meses después del estallido de octubre de 1868, donde se desempeñó como enfermera en hospitales y campamentos, explicó Torres.

En agosto de 1877, María protagonizó una de las páginas más hermosas de amor patrio y conyugal, cuando ante la feroz persecución se mantuvo firme al pie de la camilla de Antonio, gravemente herido en Mangos de Mejía, y de ella nació la expresión:"A salvar al general o a morir con él".

Durante la guerra del 95 no pudo marchar a las montañas por razones de salud, pero por iniciativa propia realizó veladas, rifas y colectas con el fin de obtener dinero para la contienda.

La muerte de Maceo en 1896 la consternó profundamente, había perdido no solo al hombre amado, sino además a uno de los más valiosos patriotas de la gesta mambisa.

En conmovedora carta a Alejandro González el siete de marzo de 1897 publicada en la Revista de Historia Cubana y Americana expresó: "[.] he perdido todo lo que tenía en la vida, el esposo amado, al compañero de mi vida; Cuba en él pierde al más desinteresado, al más bravo de sus hijos".

Este triste hecho probó su gran valía, pues lejos de amilanarla, constituyó acicate para las actividades propagandísticas, y con el mismo espíritu continuó la lucha, firme en sus tareas, para con ello rendir postrer homenaje al héroe legendario, explicó Damaris.

El libro recoge también un conjunto de documentos vinculados con su familia, algunos escritos por ella, las actas de fundación de los clubes José Martí y Hermanas de María Maceo, cartas escritas a Tomás Estrada Palma y Máximo Gómez, y otras que demuestran la impronta de su figura.

 

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