Nancy Morejón

Soy en Persona

MADELEINE SAUTIÉ RODRÍGUEZ

Ese escalofrío revelador que seduce al dramaturgo Gerardo Fulleda León, antólogo y prologuista de Persona —nuevo poemario de Nancy Morejón que ha publicado la Colección Sur de Ediciones Unión— cada vez que se asoma a la obra de esta prestigiosa poeta, también lo pudimos experimentar los que compartimos junto a ella el espacio del Sábado del Libro, en su última cita.

Después de la presentación de Persona, a cargo de Marilyn Bobes, quien consideró un honor y un privilegio la posibilidad de comentar sobre un poemario, cuya belleza la impresiona por la fuerza de la palabra vehemente que desde sus páginas se puede escuchar, y por el gusto que siente al encomiar a la Premio Nacional de Literatura 2001, reconocida como una de las voces poéticas más consolidadas de la lengua hispana actual, Nancy se dirigió al público.

"Una mañana de muchas emociones" resultó para ella el encuentro en el que, una vez más, afloró su sensibilidad creativa, y ahora, desde su propia voz, nos regalaba esa cotidianidad suya que sentimos como propia porque nos identifica cuando "transforma en muchedumbre lo que pudo ser una experiencia personal". Allí, en su palabra sonriente y plena emergen el amor, la nostalgia, la familia, los ancestros, la evocación del pasado individual y colectivo, escritos con "materia de poesía", y contemplados siempre con esa enaltecedora visión femenina permeada de identidad.

En más de diez ocasiones aparece en el manojo de versos la palabra "soy", y no es casual. Nancy es y se autoafirma, pero en una consolidación en la que nos convoca a nosotras, sin exclusiones. ¿Cuál de estas mujeres soy yo?/ ¿O no soy yo la que está hablando (¼ )?/ ¿Ellas quienes serán? ¿o soy yo misma?/¿Quiénes son estas que se parecen tanto a mí/ no solo por los colores de sus cuerpos/ sino por ese humo devastador /que exhala nuestra piel de res marcada/ por un extraño fuego que no cesa?/¿Por qué soy yo? ¿Por qué son ellas?

La Calle de Madera ofreció la atmósfera propicia a la velada, sin que abundara más que poesía a borbotones y "el derecho de las aves a cantar". Allí la poeta, complacida y feliz en su "silla dorada", que no es más que su amada Isla, estuvo regalando a todos poemas y más poemas. En uno de ellos, Paisaje célebre, desde donde ha contemplado la bahía de azules y verdes de Alamar, deja escapar un reclamo: Es el atardecer y necesito las alas de Ícaro. Pero a los que la hemos escuchado bien no nos lo parece. Para que Nancy conquiste alturas, con sus alas le basta.

 

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