Conversación con Leonel Fernández, presidente de la República Dominicana

La cultura es una brújula imprescindible para hallar los paradigmas del siglo XXI

PEDRO DE LA HOZ, Enviado especial
pedro.hg@granma.cip.cu

SANTO DOMINGO.— "Al final no se vayan, el Presidente quiere sostener un encuentro con ustedes". El mensaje nos llegaba cuando asistíamos a una presentación del trabajo realizado por el Estado revolucionario cubano a favor de la promoción del libro y la lectura desde la fundación de la Imprenta Nacional, hasta la multitudinaria Feria del Libro que desborda el ámbito de La Cabaña en cada cita y se esparce a lo largo de la Isla.

Leonel Fernández había citado a funcionarios e intelectuales, editores y maestros, líderes políticos y promotores culturales, pues deseaba que tuvieran información de primera mano sobre nuestra experiencia. Estábamos presentes los participantes cubanos en la Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2010, que acaba de finalizar, y el embajador Juan Astiasarán.

Conocíamos la apretada agenda de trabajo del mandatario —tenía por delante un muy importante encuentro con el presidente de las República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez—, por lo que apreciamos su invitación. Pero lo que nos sorprendió realmente fue no solo su especial deferencia hacia los intelectuales cubanos, sino la duración y el cariz del diálogo: tres horas y una conversación inter pares en la que compartimos convicciones, ideas y proyectos.

El ámbito no pudo ser mejor: la biblioteca Juan Bosch de la Fundación Global Democracia y Desarrollo (Funglode). La base de sus fondos la constituye la biblioteca personal de Fernández, con énfasis en las ciencias sociales y humanísticas.

"Debemos estimular la lectura entre los jóvenes —precisó al inicio de la conversación—, pues es una de las vías más eficaces para adquirir y ampliar conocimientos y prepararse para afrontar los graves pero inexcusables desafíos a que nos enfrentamos en nuestras islas".

Luego de señalar cómo el contacto con el libro debe rebasar la erudición para que el discernimiento y la intelección sean premisas para formar ideas y luchar por ellas, Fernández habló sobre la necesidad de articular los saberes acumulados con la proyección del futuro:

"He propuesto a los compañeros de la biblioteca organizar sesiones de estudio y análisis de las revoluciones del siglo XX. Habrá que partir de la Revolución bolchevique de octubre de 1917, de las diversas etapas de la Revolución mexicana, de la Revolución china, abordar las experiencias de Vietnam, Argelia y los movimientos de liberación africanos, la Revolución cubana y llegar a los procesos de emancipación que tienen lugar en nuestro continente".

"En esa trayectoria el estudio del pensamiento asociado a tales procesos resulta esencial. Se necesitan, por ejemplo, nuevas lecturas de Marx, Engels y Lenin, pero hay que saber que esas ideas hallaron nuevos desarrollos en Gramsci, Lukacs, Togliatti en Europa, en tiempos donde se estaba produciendo la eclosión de la Escuela de Frankfurt y el existencialismo. Y a la vez considerar cómo fuera de Europa el pensamiento adquirió consistencia en figuras imprescindibles como Franz Fanon —nunca olvido Los condenados de la tierra—, Ho Chi Minh, Ernesto Guevara y Fidel Castro".

Poco después de este comentario, el estadista nos mostraba con orgullo los anaqueles dedicados a Cuba. En un lugar prominente se hallaban encuadernados discursos, comparecencias públicas y reflexiones de Fidel desde 1959 hasta la fecha.

"De lo que se trata —subrayó— es de hacer de la cultura una brújula imprescindible para hallar los paradigmas del siglo XXI".

Entre escritores, lógicamente, el diálogo transitó por afinidades y preferencias literarias. Recordamos la inminencia de la conmemoración del centenario de Lezama Lima, la amistad de Juan Bosch con los autores cubanos de su generación e hizo una observación sobre cómo coinciden ciertos renombrados escritores latinoamericanos en ponderar la influencia del norteamericano William Faulkner.

Recordé que entre nosotros se hallaba Ambrosio Fornet, quien en los años sesenta promovió desde la Biblioteca del Pueblo las ediciones de esa novela de Faulkner y de textos de John Dos Passos, Scott Fitzgerald y Erskine Caldwell. Entonces replicó: "Es que a nosotros, los caribeños, nos llega de cerca Faulkner. El Caribe, como lo veo yo, es algo más que una dimensión geográfica, es de hecho una dimensión cultural que transcurre desde el Mississipi hasta Salvador de Bahía, con nuestras islas como eslabones fundamentales".

Y fue cuando nos sumergimos en la historia y la cultura caribeñas. Al respecto nos dijo:

"Estamos haciendo un esfuerzo para que se entienda la unidad por encima de las diferencias entre los pueblos antillanos. Desde hace años Cuba ocupa una posición de vanguardia en esa percepción. Aquí mismo, entre nosotros, ahora es que se comienza a valorar el enorme aporte de vecinos nuestros como Jacques Roumain, Aimé Cesaire, Derek Walcott, Kamau Brathwaite, Bosch fue un precursor en ese entendimiento. Ellos y otros muchos son también necesarios para los paradigmas culturales que necesitamos".

 

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