Ese fue el punto de partida de la anunciada conmemoración de los
cincuenta años del encuentro del Comandante en Jefe Fidel Castro y
el Premio Nobel norteamericano en los albores del triunfo
revolucionario.
Aconteció en la Base de Pesca Deportiva de Cojímar, que
coincidentemente cumple también cinco décadas, y cuyo nombre,
propuesto por el propio Fidel, es el del insigne autor de El
viejo y el mar, quien tan entrañable relación hubo de tener con
ese ribereño pueblo y del que se sintió un hijo más.
"A Heminway, de Cojímar y Finca Vigía" rezaba el mensaje que,
adherido a una hermosa ofrenda floral, colocara en el Monumento
erigido al autor de ¿Por quién doblan las campanas? América
Fuentes, hija del capitán Gregorio Fuentes, patrón del yate Pilar,
en compañía del público que, resuelto, se sumó a una tarde de
honores.
Se dirigió después, como esparciendo el homenaje, hacia La
Terraza, emblemática fonda cuyo origen se remonta al 20 de mayo de
1925. En ese lugar, visitado por celebridades como Lola Flores,
Jorge Negrete, Hugo del Carril y Libertad Lamarque, y frecuentado
por el narrador norteamericano, tuvo su espacio, para celebrar los
85 años de ese establecimiento, otra exposición en la que los
artistas plásticos Andrés Díaz Roque, Presedo y Maestrey se
inspiraron en los motivos alegóricos que le dan título a la muestra:
Hemingway, Fidel y Cojímar.
Imágenes de Fidel, pasajes de la novela El viejo y el mar,
y de su autor, poblaron el sitio en que se eternizaría —ahora con
una estampa visible— la presencia inextinguible del escritor
universal, al develarse, gracias a la labor de estos dos últimos
creadores, La huella de Hemingway, obra de barro y yeso, que
reproduce unos zapatos suyos, atesorados por el Museo que lleva su
nombre.
Como un ángel tutelar de la velada planeó el recuerdo de Gregorio
Fuentes, y la anécdota que contó una vez el mítico marino acerca de
cómo a Hemingway se le ocurrió la historia de El viejo y el mar:
"Navegábamos por la zona de Puerto Cabañas, en la provincia de
Pinar del Río, y vimos como a unas tres millas de la costa un bote
con un viejo y un niño. El viejo estaba fajado con una aguja
grandísima, casi era más grande que su bote, y lo fuimos a auxiliar.
Cuando nos acercamos el viejo empezó a gritarnos groserías. El
pescador pensaba que le quitaríamos la aguja. A pesar de los
insultos, Hemingway me dijo: ‘No le hagas caso y trata de dejarles
caer en el bote algo de comida y refrescos.’ Ni con eso paró de
insultarnos. Cuando nos alejamos, Papá me dijo: ‘Voy a escribir un
libro sobre esta historia.’ Allí mismo sacó una libreta y empezó a
escribir."