VALLE
DE YUMURÍ, Matanzas.— La vida obligó a Cobo a volver los ojos hacia
el campo. "No me arrepiento. Después de todo me gusta trabajar la
tierra y hacerla producir", dice y muestra sus manos callosas y
endurecidas de labrador.
A inicios del pasado año Miguel Ángel Luis Cobo recibió en
usufructo una caballería de tierra en el Valle de Yumurí, próximo a
la comunidad de Mena, a unos tres kilómetros de la ciudad de
Matanzas.
Se trataba de tierras negras, casi vírgenes, ubicadas en una zona
baja y difíciles de trabajar en época de lluvia. "Al principio pensé
que era imposible salvar esto y no faltó quien me desalentara
diciendo que en esta zona abundan los cangrejos o que había mucho
marabú, pero nada me hizo desistir".
"Aquí
no había otra señal de vida como no fuera la maleza bien tupida.
Hubo que trabajar muy fuerte para desbrozar el terreno. Al tiempo
que limpiábamos íbamos sembrando hasta tenerlo todo alistado".
La complicada tarea de limpiar y crear condiciones para la
siembra no impidió que en apenas unos meses se cosecharan en ese
pedazo de tierra viandas y hortalizas, incluido maíz, yuca, boniato
y frijol negro.
Sin embargo, en el camino encontró más de un inconveniente. "La
primera experiencia fue fatal. En una crecida del río Yumurí las
aguas destruyeron la siembra de frutabomba pero no nos amilanamos,
levantamos una especie de pared en las márgenes del río y volvimos a
sembrar el producto".
La pequeña finca pertenece a la CCS Juan A. Morales, de la cual
Miguel Cobo, quien resultó Vanguardia Nacional en el 2009, es su
vicepresidente.
Con él laboran dos socios de la cooperativa y dos jubilados.
Cuenta con dos yuntas de bueyes y un tractor, y no cesa de buscar
dispositivos para trabajar la tierra y recurrir a iniciativas a fin
de incrementar los rendimientos agrícolas.
Paralelo a la finquita atiende una cochiquera como parte de un
convenio porcino que inició en el 2001 y con el cual ha entregado al
Estado hasta la fecha más de 150 toneladas de carne.
"Aquí no tengo ni una pulgada de tierra ociosa. Ahora estoy
optando por más tierras que lindan con la finquita y están perdidas
en el marabú. Eso me permitiría aumentar la producción y rotar los
campos. En estos momentos tengo 13 toros semiestabulados en un
pedazo de tierra en calidad de préstamo".
Por eso la convicción de sus palabras: "En mis tierras lo único
que se respira es trabajo, también en la casa. No hay otro truco que
el sacrificio. Estos no son tiempos para descansar y mucho menos en
el campo".