El
Premio Nacional de Cine fue otorgado ayer en la Sala Chaplin al
director de fotografía Raúl Pérez Ureta, quien ha estado tras las
luces y las sombras, plano a plano, de medulares cintas de nuestra
cinematografía.
Poseedor de un innato instinto para recrear la atmósfera visual
del filme, ha fotografiado algunas de las más emblemáticas películas
cubanas de las últimas dos décadas. Para muchos es, en su
especialidad, el más prolífico del Instituto desde que comenzara a
trabajar en 1961 como asistente de cámara de animación en Dibujos
Animados.
En
1965 se traslada al Noticiero ICAIC Latinoamericano donde, como
camarógrafo, realizó alrededor de 800 ediciones junto a Santiago
Álvarez. Más de 50 documentales como operador de sonido y
camarógrafo, y su trabajo con importantes directores como Fernando
Birri, Gerardo Chijona, Orlando Rojas, Arturo Sotto, Ruy Guerra,
Daniel Díaz Torres y Fernando Pérez, con el que ha realizado casi
toda su obra, han hecho de su trayectoria una de las más destacadas
en el panorama fílmico latinoamericano.
Sus últimos trabajos han sido la recién estrenada cinta Martí, el
ojo del canario, de Fernando Pérez y Boletos al paraíso, de Gerardo
Chijona, que aún se encuentra en etapa de postproducción. Durante su
fructífera carrera ha recibido, entre otros galardones, la
Distinción Félix Elmuza, de la UPEC y de la Cultura Nacional; la
Réplica del Machete de Máximo Gómez, de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias; siete Premios Caracol, el Coral de Fotografía en el
XX Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, disímiles
lauros como el de Mejor Fotografía en el Festival Internacional de
Cine de Cuenca, Ecuador y el Premio India Catalina en su
especialidad del Festival de Cartagena en Colombia en el 2000.
Habrá que referirse, entre sus méritos, a la importante labor
pedagógica en la formación de nuevas generaciones de cineastas en la
Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los
Baños. Aunque repita una y otra vez que el director de fotografía
debe carecer de estilo y regirse por los requerimientos del director
del filme, lo cierto es que Pérez Ureta ha logrado desarrollar un
sello inequívoco y dejar su impronta en cada una de sus obras.