En diciembre de 1991, frente al cuartel Moncada escuché al
trovador cantar un tema que haría época: El necio. Debo
confesar que tanto la canción como el escenario y la circunstancia
en que la escuché me conmovieron profundamente, a tal punto que 18
años después, al entrevistarlo para un libro con motivo del primer
medio siglo de la Revolución, evoqué aquel momento y le pedí a
Silvio Rodríguez un comentario desde la perspectiva del plazo
transcurrido desde entonces. Esta fue su respuesta: "En aquellos
días apocalípticos hubo quien entendió que se acababa todo, incluso
la Historia. El necio fue como decir: bien, puede que se haya
terminado La Historia con mayúsculas, pero esta mía, aunque sea
mínima, todavía respira y me da la gana de defenderla".
Al presentarse en la Casa de las Américas Segunda cita,
pensé más en El necio que en Cita con ángeles, disco
que constituye la precedencia de este de ahora. Un hermoso y agudo
texto de Víctor Casaus, escrito para la ocasión, recorre las
coordenadas de la nueva entrega. Un poeta y amigo del cantautor,
Guillermo Rodríguez Rivera, prometió, para nuestros lectores, otro
texto sobre las interioridades y "exterioridades" del fonograma.
Ambos poseen la ventaja de la cercanía generacional, intelectual y
humana con el trovador que yo no poseo. Pero no podía dejar de
compartir en esta página la experiencia de escuchar la canción
Sea señora, por lo que representa en términos de proposición y
que me causó tanta impresión como la de El necio en su
momento.
Reproduzco
el texto de la canción: Sea señora la que fue doncella. / hágase
libre lo que fue deber. / Profundícese el surco de la huella; /
reverdézcanse sol, luna y estrellas / en esa tierra que me vio
nacer. //
A desencanto, opóngase deseo. / Superen la erre de revolución. /
Restauren lo decrépito que veo, / pero déjenme el brazo de Maceo /
y, para conducirlo, su razón. // Seguimos aspirantes de lo mismo /
que todo niño quiere atesorar: / una mano apretada en el abismo, /
la vida como único extremismo / y una pequeña luz para soñar. // Las
fronteras son ansias sin coraje /. Quiero que conste de una vez
aquí. / Cuando las alas se vuelven herrajes, / es hora de volver a
hacer el viaje / a la semilla de José Martí.
Dichos estos versos en un empaque musical que nos remite a las
siempre jugosas esencias de la tradición trovadoresca que él mismo
ha contribuido a ensanchar, Silvio nos hace sentir la transparente
complejidad de su poética. Mientras unos extreman tonos
vergonzantes, y al lado otros aspiran a desmontar el sentido mismo
de la Patria; y por acá van los escépticos, y por allá los
lunáticos; y de una parte halan reticentes y por otra
francotiradores, el trovador —lo dijo en la conferencia de prensa:
"Son ideas que como siempre un cantor lanza para participar de esa
manera en el debate"— expresa su compromiso con la resistencia y la
originalidad, en una dialéctica en la que se anudan continuidad y
renovación, memoria y posibilidad, responsabilidad y libertad. Y
todo a partir de las raíces de la nación en pleno vuelo hacia el
futuro. Y desde una posición inequívocamente revolucionaria, a la
que aquellos que quieran sacar lasca, saldrán con cuchillos
mellados.
El necio y Sea señora responden a una actitud
coherente, que muchos compartimos en ese afán de ser un tilín —y
ojalá mucho—mejores.