A pocas horas del comienzo del XIII Festival Internacional
Primavera en La Habana, se advierte en la programación un notable
vacío: por primera vez no habrá obras realizadas en Cuba durante el
último lustro.
No puede haberlas porque la tecnología disponible en el
Laboratorio Nacional de Música Electroacústica (LNMEA) y el Estudio
Carlos Fariñas de Arte Electroacústico Musical, del Instituto
Superior de Arte, desde hace algún tiempo rebasó su vida útil. En
este último caso la incidencia se torna aún más sensible, puesto que
los alumnos de Composición no pueden completar su formación
curricular en este campo.
Es comprensible en estos momentos, y ante las dificultades
materiales y financieras que afronta el país, la imposibilidad de
una inmediata reposición de tales equipos, más si se tienen en
cuenta necesidades mucho más perentorias incluso en el sector de la
cultura.
Pero la obsolescencia de la base imprescindible para el
procesamiento electroacústico no sobrevino de la noche a la mañana.
Se veía venir mucho antes, desde el mismo comienzo de la década
actual.
¿Falta de previsión? ¿Desatención jerárquica? El caso es que una
de las zonas de la creación de mayor y bien ganado prestigio
internacional de la cultura musical cubana se ha afectado gravemente
y su ausencia en el Festival debe constituir tanto señal de alarma
como motivo de reflexión.
No quiero pensar que haya pesado en la crisis la subestimación de
un tipo de música que por su carácter experimental e innovador no
clasifica entre aquellas de mayor impacto social. Ello sería como
negar una parte sustancial de la naturaleza del arte, la que apuesta
por la investigación y la búsqueda de nuevos lenguajes.
Pero tampoco se trata de un arte para élites. Hay que recordar,
además, cómo tales hallazgos se han insertado con frecuencia en
espacios de vasta resonancia pública, e incluso vinculados a la
difusión de las ideas de la Revolución. Juan Blanco colaboró en la
sonorización de la exposición Del Tercer Mundo, que hizo
época en el Pabellón Cuba, en la animación auditiva de la fuente de
Expocuba y en el acompañamiento a los murales El Día y La Noche,
que Sandú Darié concibió para el vestíbulo del hospital Hermanos
Ameijeiras.
De hecho en Cuba se puede hablar de una vanguardia que se
anticipó incluso a muchos países desarrollados, a partir de la labor
pionera de Juan Blanco y la muy temprana labor de los maestros
Carlos Fariñas, Roberto Valera, Jesús Ortega, Juan Piñera, Calixto
Álvarez, y hasta del mismo Leo Brouwer. La pasión docente de Fariñas
en el ISA fructificó en la formación de al menos una veintena de
aventajados compositores en el ISA a partir de 1989. El LNMEA, bajo
la dirección de Enmanuel Blanco, no ha dejado de promover esa música
contra viento y marea.
Esa vanguardia es altamente valorada en el mundo. En Bourges,
ciudad francesa que cuenta con uno de los centros de referencia de
nivel mundial en la música electracústica, la creación cubana sentó
cátedra. En el 2001 la Asociación Internacional de Música por
Computadoras realizó su Conferencia Mundial en La Habana. Y ahora
mismo está a punto de celebrarse en la capital cubana la Asamblea
General de la Confederación Internacional de Música Electroacústica.
El Festival Primavera de La Habana tiene una periodicidad bienal.
Es nuestro deseo que cuando se convoque la cita del 2012 la
electroacústica cubana recupere su esplendor