Tokio, la capital de Japón

A 65 años del bombardeo no nuclear más destructivo de
la historia

ARNALDO MUSA
musa.amp@granma.cip.cu

De las nefastas consecuencias de la guerra ya Sigmun Freud había escrito, refiriéndose a como esta viola el Derecho Internacional, derribando "cuanto le sale al paso, como si después de ella ya no hubiera de existir futuro alguno ni paz entre los hombres"(...) "¼ una de las grandes naciones civilizadas se ha hecho universalmente tan poco grata, que ha podido arriesgarse la tentativa de excluirla, como ‘bárbara’, de la comunidad civilizada".

Zona residencial destruida de Tokio, en 1945.

De acción psicológica significativa ha sido calificado el bombardeo realizado por Estados Unidos contra Tokio, la capital japonesa, el 9 de marzo de 1945, muy poco divulgado y opacado por el también injustificado lanzamiento posterior de las bombas atómicas a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, que conmocionó a la opinión pública internacional.

¿Por qué el Gobierno de EE.UU. ocasionó tanto sufrimiento? El pretexto oficial —todavía defendido por algunos hoy día— fue una mentira: que los bombardeos acelerarían la rendición de Japón, pondrían fin a la guerra y salvarían vidas.

En realidad, Japón ya había expresado su deseo de salir del conflicto y EE.UU. lo sabía. El jefe del Estado Mayor de las fuerzas militares norteamericanas en ese momento, el Almirante William D. Leahy, reconoció: "Los japoneses ya estaban derrotados y listos para rendirse por el efectivo bloqueo marítimo y los exitosos bombardeos".

EE.UU. ya había atacado a casi todas las otras ciudades de Japón incluyendo a Tokio. La noche del 9 de marzo y la madrugada siguiente de 1945, más de 300 bombarderos B-29 dejaron caer petróleo y después casi 1 700 toneladas de bombas llenas de napalm sobre la capital, destruyendo totalmente la zona este.

El terror fue apocalíptico. Tras detonar, los cilindros M-69 despidieron chorros de fuego de 30 metros (el primer tipo de napalm), destruyendo casas de madera en barrios densamente poblados. El aire recalentado creó un viento formidable, que atizó las llamas y alimentó los incendios.

La cifra oficial de muertos fue 83 000, pero historiadores coincidieron en que superó los 100 000, en su inmensa mayoría civiles, mientras la página web de Mundo S.G.M., sitúa el número en 130 000.

Estos son hechos de los que se escribe y habla poco, pero que es necesario recordar, porque es lo que el imperialismo ha hecho y está dispuesto a hacer contra los pueblos.

 

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