Desde
el pasado 24 de febrero comenzó en todo el país la nominación de
candidatos a delegados a las asambleas municipales del Poder
Popular, el primer acto electoral del actual proceso de elecciones
al que estamos convocados más de 8 400 000 cubanos.
En los encuentros efectuados hasta el momento, ha predominado la
responsabilidad con que los participantes han hecho sus propuestas y
votado por su candidato, en no pocos casos mediante la ratificación
del delegado en funciones, como prueba del respaldo a su gestión y
del interés de la comunidad por mantenerlo. En otros casos, en los
cuales por diversas razones hay insatisfacción con el desempeño del
actual representante, se aprecia la búsqueda de alguien que con
virtudes, méritos y capacidad, sume disposición y posibilidades para
representar a los votantes en los próximos dos años y medio.
Los últimos mandatos han sido particularmente difíciles. Lo saben
bien los elegidos y también la inmensa mayoría de los electores. El
próximo no lo será menos. La escasez de recursos materiales para
encarar disímiles situaciones seguirá condicionando el quehacer del
delegado, aun cuando se elija al más capaz. Asimismo, existe en
muchos la conciencia y la comprensión de que se puede hacer más si
se aúnan voluntades, no se deja solo al delegado, direcciones y
entidades administrativas lo apoyan, y la Asamblea Municipal
jerarquiza su atención para que pueda resolver, responder o explicar
los reclamos de la población.
Si la célula básica de toda la estructura del Poder Popular es la
circunscripción, cuya concepción y funcionamiento convergen
esencialmente en la figura del delegado, debemos reconocer su
autoridad y defender su prestigio.
En nuestro proceso electoral, cada ciudadano mayor de 16 años con
derecho al sufragio, tiene la facultad de proponer o ser propuesto,
nominar o ser nominado, elegir o ser elegido, sin más requisito que
sus cualidades.
De ahí la fortaleza de las elecciones en Cuba y el alcance de
nuestra participación. También, la importancia de la asistencia,
consciente y responsable, a las asambleas de nominación de
candidatos.
Oportuno es, en este instante, recordar aquel pensamiento
martiano con el cual el Apóstol nos ratificaba: "Todos creen útil a
uno; uno es nombrado por todos, nombrado realmente por el bien
hecho, por la confianza inspirada, por la doctrina propagada, por la
esperanza en lo que hará".