Mercedes no quiere dejar de entregar

Ortelio González Martínez

Mercedes Rodríguez Sorí, nacida en julio de 1932, solo anhela ser joven para "volver a empezar". Hija de un gallego albañil y de una ama de casa, fue la primera secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) cuando en 1976 se constituyó esta organización en la provincia de Ciego de Ávila.

"Sentirme útil". Repite la frase siempre que le preguntan la finalidad de tanta devoción por el trabajo. Aunque ya no corta caña quemada, como lo hizo en la zafra del setenta, todavía participa en las jornadas voluntarias.

Foto del autorDespués de permanecer jubilada en su hogar durante seis años, decidió volver a la vida laboral en 1998 porque todavía siente que puede aportar.

Los recuerdos del surgimiento de la FMC le revolotean en la mente a cada instante. "Fueron momentos muy lindos. Una tocaba a las puertas de las casas y las mujeres respondían, aunque algunos maridos pusieran caras de pocos amigos. En mi caso siempre conté con la comprensión de mi esposo. Por eso estuvimos juntos hasta el final de su vida.

Mercedes permaneció 17 años como dirigente de la organización. Afirma que fue el tiempo mejor empleado de su existencia, en el que aprendió mucho de Vilma Espín, sobre todo a convencer con la palabra, sin levantar la voz, pero con firmeza.

"Aborrezco la mentira, la deshonestidad. Creo en los sentimientos lindos del ser humano. Con esa premisa hicimos trabajos muy valiosos e incorporamos a muchas mujeres a labores útiles. ¿Quién no recuerda la confección de aquellas valijas que después enviábamos a los macheteros ocupados en las zafras azucareras?".

Mercedes bebe de la copa de la sencillez. Tan cierto es que recibió, sonrojada, la réplica del machete de Simón Reyes, una de las mayores distinciones que se ofrecen a personalidades destacadas de la provincia.

Le place andar vestida con elegancia, hablar bajito y tener una sonrisa para cada persona. Sus momentos más gratos se hilvanan en los cuatro congresos de la Federación a los que asistió, donde escuchó "a Fidel y a Vilma, con sus sabias intervenciones; y a muchas otras mujeres que expresaron sus criterios abiertamente, muestra de que la Revolución abría un camino de igualdades para todas y todos".

 

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