"No puedo haber escuchado bien", me dije, cuando aquel
funcionario, en medio de una reunión, exhortó a sus subordinados a
derrochar electricidad.
"Si se mantiene el frío, debemos buscar un momento de sol para
poner los aires acondicionados", era la indicación a cumplir por un
auditorio perplejo.
Después de casi un año de fuertes medidas de ahorro, en nombre de
la imperiosa necesidad del país de reducir el gasto de combustible,
¿qué justificaría una contraorden?
Pero la explicación es simple: como resultado de las acciones
implementadas para disminuir el consumo energético, el centro se
había convertido en uno de los más eficientes entre los de su tipo
en Cuba.
Tal logro, sin embargo, entrañaba el peligro de que, atendiendo a
la caída de la factura eléctrica, les recortaran el plan.
Ante esa posibilidad, los directivos optaban por un camino
censurable, aunque mucho más cómodo: gastar.
Desde ese día cercano de enero, no he dejado de repetirme la
misma pregunta. ¿Cuánto de lo que se hace en aras de utilizar
adecuadamente los recursos energéticos responde a una verdadera
conciencia de ahorro?
Según cifras oficiales, la reducción de la demanda en los últimos
meses es un hecho. En Pinar del Río, por ejemplo, entre octubre y
diciembre del 2009 se consumieron unos 1 380 MWh menos de lo
previsto.
No obstante, los especialistas les atribuyen un peso decisivo en
esos resultados a severas medidas de contingencia establecidas en el
territorio, a las que no escapó ni siquiera el alumbrado público.
La ingeniera Odalys Rivera, directora de la Oficina de Uso
Racional de Energía, menciona el chequeo periódico en el Consejo
Energético Provincial y la estrecha vigilancia realizada por un
equipo de supervisores, facultados incluso para retirarles el
servicio a los centros donde se repitieran las violaciones.
Sin embargo, con el inicio de un nuevo año, la intensidad de la
campaña contra el despilfarro parece empezar a declinar.
De cerca de 300 personas dedicadas a inspeccionar la totalidad de
las dependencias estatales (unas 10 000) tres veces al mes, hoy la
fuerza se ha reducido a 20.
Odalys admite que en estos momentos una mayor disponibilidad
energética, favorecida por el sostenido descenso de las
temperaturas, da cierto alivio.
Ello, no obstante, no significa que podamos bajar la guardia,
aclara.
Se trata de actuar con mesura, a fin de evitar otro sobregasto y
con ello nuevas acciones de contingencia.
Pero la decisión en aquel centro de echar a andar los equipos de
aire acondicionado en pleno invierno, indica que muchos no acaban de
comprender la necesidad de usar la electricidad racionalmente.
"Hasta en los momentos más críticos, en la mayoría de las
empresas y organismos han quedado reservas por explotar", coincide
Odalys.
Ignoro si, tras aquella reunión, se cumpliría lo orientado de
poner a funcionar la climatización a pesar de las bajas
temperaturas. Nunca quise confirmarlo para poderle conceder a su
colectivo el beneficio de la duda.
A fin de cuentas, de repetirse este ejemplo, completamente real,
pronto podríamos despertar con la noticia de que el país volvió a
excederse en el consumo eléctrico y, entonces, haga frío o calor,
recibiríamos la voz de apagar.