Desde hace seis años trabaja en la empacadora El Miño como
especialista en gestión de la calidad, y a su consagración debe
mucho esta fábrica, perteneciente a la empresa cárnica Tauro.
Cada jornada de Indira es un ritual. Diariamente controla los
procesos productivos e higiénico-sanitarios, y vela por el
cumplimiento del manual de las materias primas. También chequea los
muestreos en los laboratorios, para luego verificar si los alimentos
están dentro de los parámetros establecidos.
Más allá de contar con los insumos adecuados, ser consecuente con
todos estos requisitos le ha permitido obtener altos índices de
rendimiento.
"Como no disponemos de una tecnología avanzada, que ayude a
minimizar los riesgos, entonces apelamos a la supervisión y la
exigencia. Esa es mi fórmula, en la que varían las proporciones pero
los ingredientes siempre son los mismos", asegura.
Además, la fábrica —explica Indira— cuenta con el Sistema de
Análisis de Peligro y Puntos Críticos de Control (HACCP en sus
siglas en inglés), cuya aplicación garantiza la inocuidad y
confiabilidad de los productos y favorece la entrada en el mercado.
Pero este mecanismo, pese al reconocimiento del Centro Nacional
de Investigación de la Calidad de los Alimentos, no ha sido
certificado por la Oficina Territorial de Normalización, debido a
que aún se trabaja en su perfeccionamiento.
"Cuando el sistema comenzó, en el 2003, no abarcaba toda la gama
de productos del centro y en un inicio priorizamos aquellas
elaboraciones de mayor demanda. Hoy los estudios están en función de
los clientes, quienes resultan muy estrictos", comenta Marta Cuesta,
responsable principal de Calidad en la empresa Tauro.
El Miño produce fundamentalmente para la red en divisas, de ahí
el enfoque hacia el consumidor, pero urge alcanzar similares niveles
de eficiencia en el resto de las entidades que suministran los
insumos a la población.
Aunque buena parte de las personas esté precisada a comprar los
alimentos de la canasta básica, amén del buen estado, no significa
que sea menos exigente. La excelencia debe constituir una marca
distintiva de la cotidianidad y no un sello exclusivo de productos
específicos para destinatarios específicos.
Según el doctor Luis C. Orovio, jefe del grupo de desarrollo
tecnológico en la empresa Tauro, Cuba importa más de 400 toneladas
de ajo en polvo, las cuales se emplean para condimentar las carnes.
La fábrica de cítricos de Ceballos, en Ciego de Ávila, desarrolló un
ajo en pasta con el propósito de sustituir esta importación.
"Las pruebas de efectividad del condimento tuvieron lugar en la
empacadora El Miño y, por los resultados, este año se pretende
extender el uso del preparado a todas las empresas cárnicas del
país. Esto reportará ahorros considerables, pues el precio de una
tonelada de ajo en polvo oscila entre 1300 y 1700 dólares",
sentencia Orovio.
La empacadora también logró introducir en el 2009 tres embutidos
en Cuba Catering, cadena encargada de abastecer las líneas aéreas
que viajan desde o hacia el archipiélago. Para Orovio, armonizar con
las exigencias de la aviación civil internacional es en sí mismo un
aval de calidad.
Mientras, trabajar en el diseño de las fichas técnicas que guían
los procesos de elaboración en todas las entidades subordinadas a la
Unión Cárnica, suma otro punto a favor de los especialistas.
Y afortunadamente esas reglamentaciones teóricas, huérfanas de
práctica en la mayoría de los establecimientos, tienen a Indira para
hacerlas cumplir, al menos en El Miño.