Reforestación

Un asunto que todos debemos “filtrar”

Pastor Batista Valdés

Informaciones difundidas recientemente por varios medios de prensa, han dado cuenta de una cifra superior a las 55 000 hectáreas plantadas de árboles en todo el Archipiélago cubano, durante el recién concluido año 2009.

Fotos del autorCuando se organiza bien el trabajo, los viveros no fallan.

Significa, según estadísticas ofrecidas por Carlos Díaz, director forestal del Ministerio de la Agricultura y secretario de la Comisión de sistemas de reforestación, que en esos doce meses los cubanos sembramos alrededor de 100 millones de plantas.

Ello anima. Pero a la luz de estos tiempos —y en correspondencia con los puntos de vista reiterados por el General de Ejército Raúl Castro Ruz en torno a la necesidad de fomentar cada vez más las áreas boscosas— esos datos también deben mover a la meditación individual y colectiva.

Tal vez un buen ejercicio de esclarecimiento sea preguntarnos: ¿Y yo qué le aporté a la reforestación?

Al relacionar esos 100 millones de árboles con la población cubana actual (incluyendo hasta los recién nacidos) brota una proporción numérica, aproximada, de nueve o más plantas por habitante.

Fotos del autorEsos mismos carretones pueden trasladar las frutas el día que la reforestación ponga fin al imperio del marabú en vías como esta.

Pero el asunto no es esencialmente aritmético. Si en mi casa, en la cuadra donde vivo o en mi centro de trabajo nadie sembró una postura, o si no aportamos ni un bolso de yogurt vacío para viveros, ¿entonces en quiénes o en cuántos cubanos recayó el mérito de plantar esas 55 000 hectáreas?

En ninguna tribuna o documento consta que la reforestación es tarea exclusiva de quienes viven o trabajan en pleno campo, cerca de ríos y embalses o en la periferia urbana.

Tampoco puede verse como "un asunto" de quienes habitan las montañas de la Sierra Maestra y Nipe-Sagua-Baracoa (en el oriente), Guamuhaya (centro del país) o Guaniguanico (occidente), cuya áreas no llegan al 20 por ciento del territorio nacional.

Demostrado está el valor ecológico y ambiental de las plantas para la vida humana y también en las ciudades al actuar como filtros naturales que aspiran de la atmósfera ese dióxido de carbono cuyas emisiones influyen cada vez más en el preocupante fenómeno del calentamiento global.

Del mismo modo que todos debemos participar en la producción de alimentos (porque cada día comemos), hay que ayudar también a reverdecer ese entorno natural del cual todos respiramos oxígeno, segundo a segundo, para vivir.

¿Acaso alguien supone que la reforestación ha sido definida como tarea estratégica por pura casualidad? ¿Quién no sabe que, además de filtros para la vida, los bosques son "imanes" para atraer lluvia, refugio seguro de fauna, dan sombra, atenúan la temperatura, garantizan defensa, son fuente de alimentación...?

¿Qué impide sustituir todo el marabú que atenaza a las vías, por árboles que embellezcan el entorno y aporten frutas? Cercanos a autopistas y carreteras, se empinan verdaderos macizos de esa espinosa plaga vegetal, en los cuales la laboriosidad humana pudiera levantar reverdecidas áreas frutales.

No por capricho Cuba debe plantar este año otras 67 000 hectáreas y seguir creciendo para llegar al 2015 con el 29,3% de su superficie reforestada. Para ello se necesitan muchas manos y también organización, para no incurrir en grandes movilizaciones o en alternativas que dejen más pérdida que provecho.

"Filtrar" ese asunto es evitar que palidezcan con el tiempo ideas con un formidable despegue, como aquella que distinguió a Manatí, precisamente en torno a la reforestación.

Quizás ningún país tenga bases estructurales, sociales y humanas tan favorables como Cuba para "pintar de verde" toda la geografía donde deba predominar ese color.

Basta con programar bien las ideas, ponerles nombre y apellido a las acciones, motivar, sumar a todo el que realmente pueda y deba contribuir (organismos, entidades, colectivos, asentamientos, familias, personas), controlar, chequear, exigir...

Sin "exprimir" al tope esos mecanismos, se han logrado avances innegables.

Con la cuarta parte del territorio forestado, nuestro país se ubica entre los que más atención, recursos y acciones han dedicado al fomento de la flora. Así lo ha reconocido la ONU.

Potencialidades tenemos para andar mejor. No se trata de cumplir formalmente un plan, sino de asegurar vida y futuro. Tierra pidiendo árboles hay, semillas y posturas también, brazos no faltan...

Y la experiencia no hay que "pujarla" en el exterior billete en mano; está ahí, 100% criolla: en esa lección que nos legaron nuestros abuelos y bisabuelos plantando ellos lo que hoy todos tenemos y disfrutamos. Nada nos cuesta perpetuar esa herencia.

 

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