El Foro Social Mundial
(FSM) concluye en Porto Alegre, capital del estado brasileño de Río
Grande do Sul, cinco días de debates bajo el lema 10 años después:
desafíos y propuestas para otro mundo posible.
La misma ciudad brasileña que fue sede de la primera edición de
este encuentro, al igual que los celebrados en 2001, 2002, 2003 y
2005, acogió unas 500 actividades para festejar el décimo
aniversario del Foro, que también tuvo versiones en la India (2004),
Venezuela (2006), Kenia (2007), Multicéntrica (2008) y Belém (2009).
Esta semana en Porto Alegre, además de las críticas contra el
fenecido modelo neoliberal y el sistema monetario internacional, los
participantes destacaron la necesidad de proteger el medio ambiente
y la ayuda humanitaria a Haití, cuya capital fue devastada por un
terremoto, así como el peligro de un avance de la derecha en América
Latina.
En declaraciones a la prensa, el empresario Oded Grajew,
considerado el padre del FSM, destacó la vigencia de la propuesta de
que otro mundo es posible, creada en contraposición del avance del
neoliberalismo, representado en el Foro Económico de Davos.
"Más que nunca otro mundo es posible. Hace 10 años el modelo
neoliberal estaba en auge, (el ex presidente de Argentina Carlos)
Meném era recibido como modelo a ser seguido. Hoy el cuadro político
mudó, principalmente en América Latina. Varios frecuentadores del
Foro están hoy en los gobiernos", señaló.
En una década, apuntó, el FSM consiguió ideas que se
transformaron en políticas públicas y llegó a presentar fórmulas
para que países salieran de las crisis financieras.
Grajew sostuvo que el legado del mayor encuentro de movimientos
sociales del planeta también incluyó la creación de una sociedad
civil global que se expande por el mundo y garantiza la actuación en
espacios de decisión a nivel internacional.
Sentenció que "otro mundo posible se vuelve cada vez más urgente.
La cuestión ambiental es una amenaza. Tenemos que tener otro modelo
de producción, de consumo y otra relación con la naturaleza".
En la actividad especial para celebrar el décimo aniversario, el
presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, abordó este tema y
reclamó de las naciones ricas su participación en el calentamiento
global, por lo cual tienen la obligación de contribuir a la
supresión de las emisiones de gas carbónico para no seguir
contaminando el planeta.
Asimismo, Lula responsabilizó a los países desarrollados por la
situación en que se encuentra Haití, debido a la desatención en que
lo han mantenido desde hace décadas.
A su juicio, lo que está sufriendo ese país caribeño responde a
la falta de respeto de las potencias ricas al mínimo derecho a la
ciudadanía, agravado ahora con el devastador terremoto del pasado
día 12.