BUENOS
AIRES.— La cartelera cinematográfica de Argentina, al igual que la
de España y Brasil, aguardan este fin de semana por el estreno de
Invictus, un filme del norteamericano Clint Eastwood en el que
rinde homenaje al líder sudafricano Nelson Mandela.
Eastwood ha contado para este filme con una serie de elementos
atractivos: una sólida historia real y bien contada por John Carlin
en su libro; un personaje carismático y respetado, el líder
sudafricano Mandela; un deporte duro y que provoca admiración, el
rugby, y, sobre todo, un país enfrentado por el color de la piel.
Lejos de ser manida o estereotipada, Invictus cuenta con
veracidad y con solidez un episodio que marcó la historia de Mandela
como político y que, probablemente, colaboró en gran manera a
permitir la convivencia en un país tan duramente marcado por la
tragedia.
Al ganar Mandela las elecciones, tras haber pasado 27 años en la
cárcel por sus ideas políticas y por su lucha contra el apartheid,
se encontró con un país dividido por el color de la piel y por el
odio.
Carlin narra en su libro un hecho que permitió a Mandela unir las
separadas voluntades de negros y blancos: la Copa del Mundo de rugby
que se debía jugar en Sudáfrica en 1995.
Ese es el episodio que Eastwood narra con pulso firme y la
necesaria emotividad pero sin caer nunca en la lágrima fácil ni en
la compasión innecesaria.
Una historia que se sostiene en el duelo interpretativo de Morgan
Freeman como Mandela y de Matt Damon como François Pienaar, un
afrikaner capitán de la selección sudafricana de rugby.