Estados Unidos sí puede tener a un presidente negro sin que sea
el fin del mundo. La esperanza es lo último que se pierde pero se
puede perder en pocos meses. Contra los bancos no puede nadie, ni
siquiera el presidente del país más poderoso del planeta.
Los bancos ni siquiera están agradecidos por el rescate que les
dimos. Los ejecutivos bancarios siguen otorgándose bonos, a pesar de
su fracaso gerencial estrepitoso. Los "culpables" de la crisis
terminaron por ser los pobres que creyeron, ilusos ellos, que podían
ser ricos y tener su parte del sueño americano. Los intereses
creados no se eliminan por decreto. Nuestras casas no valían lo que
nos hicieron creer. Los que ganan, siempre ganan al final. Los que
pierden suelen ser los mismos de siempre. El crédito no es tan bueno
como nos dicen.
La experiencia y el saber no garantizan que uno tendrá un trabajo
estable. O siquiera un trabajo. Los miles de millones gastados en la
guerra contra el terror y las concesiones en nuestros derechos
civiles, no han logrado evitar, después de todos estos años, que un
loco cualquiera se prenda el zapato, o cualquier otra parte del
cuerpo, para intentar volar un avión. Los medios de comunicación
cubren a cualquiera que dé un buen espectáculo, sobre un globo o en
cualquier otra parte, sin importar si la historia es cierta.
Ser el "terminator" de las películas no sirve para terminar con
los malos sistemas de gobierno, el partidismo, ni nada en realidad.
El pez muere por la boca y las Miss California que pretenden ser más
morales que Dios siempre, siempre, han posado desnudas para algo.
El hilo siempre se rompe por lo más delgado. Los inmigrantes
indocumentados siguen sin ser reconocidos como seres humanos con
derechos. Las latinas sabias sí pueden llegar a la Corte Suprema,
aunque hayan tenido el tupé de autodefinirse como tales.
Los golfistas famosos y de vida aparentemente perfecta son seres
humanos como cualquiera, pero les cuesta más esconder sus
inconsistencias. Como consuelo, aprendí que la fama y la fortuna a
menudo son contraproducentes.
Marshall McLuhan tenía razón cuando decía que los medios son el
mensaje y que el mundo iba a convertirse en una aldea global. El
internet lo ha cambiado casi todo, incluyendo el futuro (y el
presente) de la carrera periodística. Los aviones sí pueden
aterrizar en el agua.
Las señoras británicas, feas y gorditas sí pueden ser famosas si
cantan bien, pero la fama les dura cinco minutos, diez menos que lo
que decía Andy Warhol. Los directores de cine polacos que violaron a
una menor pueden escapar de la justicia por muchos años, pero no
para siempre. Basta parir ocho bebitos o colarse en la Casa Blanca
sin ser invitado para lograr la fama instantánea. Eso me recuerda
que la guerra contra el terror sigue teniendo huecos.
Los piratas aún navegan los mares aunque ahora son africanos. Las
guerras no son tan fáciles de terminar como se promete en las
campañas. No era tan fácil agarrar a Bin Laden, esto lo aprendí por
octavo año consecutivo. Uno puede ganarse un Premio Nobel de la Paz
sin haber logrado la paz en ninguna parte. Los poetas como Benedetti
mueren, pero nos dejan huella.