De la prensa extranjera

Algo de lo que aprendí en el 2009

Pilar Marrero

Estados Unidos sí puede tener a un presidente negro sin que sea el fin del mundo. La esperanza es lo último que se pierde pero se puede perder en pocos meses. Contra los bancos no puede nadie, ni siquiera el presidente del país más poderoso del planeta.

Los bancos ni siquiera están agradecidos por el rescate que les dimos. Los ejecutivos bancarios siguen otorgándose bonos, a pesar de su fracaso gerencial estrepitoso. Los "culpables" de la crisis terminaron por ser los pobres que creyeron, ilusos ellos, que podían ser ricos y tener su parte del sueño americano. Los intereses creados no se eliminan por decreto. Nuestras casas no valían lo que nos hicieron creer. Los que ganan, siempre ganan al final. Los que pierden suelen ser los mismos de siempre. El crédito no es tan bueno como nos dicen.

La experiencia y el saber no garantizan que uno tendrá un trabajo estable. O siquiera un trabajo. Los miles de millones gastados en la guerra contra el terror y las concesiones en nuestros derechos civiles, no han logrado evitar, después de todos estos años, que un loco cualquiera se prenda el zapato, o cualquier otra parte del cuerpo, para intentar volar un avión. Los medios de comunicación cubren a cualquiera que dé un buen espectáculo, sobre un globo o en cualquier otra parte, sin importar si la historia es cierta.

Ser el "terminator" de las películas no sirve para terminar con los malos sistemas de gobierno, el partidismo, ni nada en realidad. El pez muere por la boca y las Miss California que pretenden ser más morales que Dios siempre, siempre, han posado desnudas para algo.

El hilo siempre se rompe por lo más delgado. Los inmigrantes indocumentados siguen sin ser reconocidos como seres humanos con derechos. Las latinas sabias sí pueden llegar a la Corte Suprema, aunque hayan tenido el tupé de autodefinirse como tales.

Los golfistas famosos y de vida aparentemente perfecta son seres humanos como cualquiera, pero les cuesta más esconder sus inconsistencias. Como consuelo, aprendí que la fama y la fortuna a menudo son contraproducentes.

Marshall McLuhan tenía razón cuando decía que los medios son el mensaje y que el mundo iba a convertirse en una aldea global. El internet lo ha cambiado casi todo, incluyendo el futuro (y el presente) de la carrera periodística. Los aviones sí pueden aterrizar en el agua.

Las señoras británicas, feas y gorditas sí pueden ser famosas si cantan bien, pero la fama les dura cinco minutos, diez menos que lo que decía Andy Warhol. Los directores de cine polacos que violaron a una menor pueden escapar de la justicia por muchos años, pero no para siempre. Basta parir ocho bebitos o colarse en la Casa Blanca sin ser invitado para lograr la fama instantánea. Eso me recuerda que la guerra contra el terror sigue teniendo huecos.

Los piratas aún navegan los mares aunque ahora son africanos. Las guerras no son tan fáciles de terminar como se promete en las campañas. No era tan fácil agarrar a Bin Laden, esto lo aprendí por octavo año consecutivo. Uno puede ganarse un Premio Nobel de la Paz sin haber logrado la paz en ninguna parte. Los poetas como Benedetti mueren, pero nos dejan huella. (La Opinión, de Los ángeles)

 

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