El terrorismo también atentó contra Maceo

En Costa Rica (1894) elementos integristas intentaron eliminar físicamente al Titán

Pedro A. García

Las fuerzas retrógradas de la sociedad siempre han apelado al asesinato para eliminar a los dirigentes revolucionarios como forma de frenar los procesos históricos. En el siglo XIX, elementos al servicio del colonialismo español atentaron contra la vida de muchos líderes independentistas cubanos.

Uno de los principales blancos de ese terrorismo colonialista fue sin dudas José Martí. En Tampa, el 16 de diciembre de 1892, intentaron asesinarlo mediante envenenamiento, por lo que tuvo que ser asistido urgentemente por el doctor Miguel Barbarrosa. Años antes, en Venezuela, un atentado parecido le costó la vida al valiente general tunero Vicente García.

Mucho antes de la Protesta de Baraguá, en 1875, el gobierno español liberó del presidio a un sujeto llamado José de las Mercedes Colás con el propósito de asesinar a Antonio Maceo. Durante mucho tiempo fue común oír en círculos integristas que los problemas en Cuba se solucionaban con dos balas homicidas: una para el Titán y otra para Máximo Gómez.

No todos los españoles compartían ese criterio. Arsenio Martínez Campos rechazó con indignación la propuesta de un corresponsal yanki que se ofreció para ultimar al General Antonio. El militar segoviano declaró que mientras él tuviera poder para evitarlo, el ejército de su país jamás apelaría a tan infames métodos.

CONSPIRACIóN EN COSTA RICA

La vez que elementos al servicio del colonialismo español estuvieron más cerca de perpetrar con éxito una acción terrorista contra la vida de Maceo fue en Costa Rica. El cónsul español en ese país había recibido instrucciones para la preparación de un atentado contra el Hombre de Baraguá. El 9 de noviembre de 1894, pareció que había llegado ese momento.

Ese día se efectuó una reunión en la legación peninsular, presidida por el Encargado de Negocios y a la que asistieron españoles residentes en San José, capital de la nación centroamericana. Los terroristas conocían que la noche siguiente Maceo asistiría al teatro Variedades, donde actuaba la compañía del actor cubano Paulino Delgado.

Era también de su conocimiento que acompañaría al Titán un grupo de jóvenes independentistas, entre ellos, Enrique Loynaz del Castillo, quien había entablado por aquellos días una polémica periodística con un libelo integrista, el cual había injuriado a los cubanos y en lenguaje agresivo, les negaba capacidad moral para gobernarse a sí mismos.

La presencia del joven junto a Maceo serviría de pretexto, según la confabulación terrorista, para que los complotados crearan un altercado, lo que facilitaría el asesinato del general mambí. Entre los peninsulares que se prestaron para el atentado estaban Isidro Incera, un acaudalado comerciante, y Lucio Chapestro.

EL ATENTADO

Según Ernesto Quiroz, testigo presencial de los hechos, "felizmente no ocurrió nada durante la función teatral. Sin embargo, a la salida del público pudo verse cómo un grupo de españoles se adelantaba (...) ganando tiempo y posición para el ataque que preparaban".

"El caudillo Maceo y sus acompañantes siguieron la misma ruta tomada por los españoles", proseguía Quiroz. "(...) Otro grupo de españoles que se había quedado atrás, avanzó rodeando entonces a Don Enrique Loynaz del Castillo, a quien amenazaron, exigiéndole explicaciones sobre el artículo publicado."

Advertido de que Loynaz se hallaba rodeado de integristas, el General Antonio se volvió hacia donde estaba el joven. "En ese momento se produjeron los primeros disparos salidos del grupo de españoles que estaban apostados en la esquina de la calle", testimoniaría Quiroz.

"Inmediatamente oyéronse voces: A Maceo, tiradle a Maceo", Loynaz afirmó en sus recuerdos sobre aquel día y añadía: "Estallaron de nuevo los disparos, de un lado los españoles y del otro, Pepe Boix, Adolfo Peña y yo respondiendo con nuestros revólveres". Según los testigos, Lucio Chapestro le disparó por la espalda al Titán, quien recibió así una herida más de las que ya llevaba.

El tiroteo se generalizó. Hacia Maceo avanzó Incera disparando. "Este sí es peligroso", exclamó el general mambí. Una bala, Loynaz aseguraba haberla disparado, paró en seco a Incera. Los integristas se desbandaron. Los cubanos se retiraron del lugar para eludir dificultades con la policía costarricense.

NADA PUEDEN LOS ASESINOS

Los doctores Uribe y Ulloa trataron a los dos cubanos heridos, Maceo y Alberto Boix, este en el hombro izquierdo, quienes no presentaron complicaciones. A Loynaz lo retuvieron las autoridades unos días en prisión, hasta que abandonó Costa Rica por sugerencia de Rafael Iglesias, presidente de esa nación.

El cónsul español se atrevió a ir al Palacio de Gobierno a protestar "de que Maceo y sus secuaces habían asesinado a un español honrado, el acaudalado comerciante Don Isidro Incera". El presidente Iglesias le replicó enseñándole "el revólver que con cuatro cápsulas descargadas, se le ocupó al cadáver de Don Isidro". Tras las investigaciones judiciales, se declaró "persona no grata" al diplomático peninsular.

En el periódico Patria, al reseñar el alevoso atentado, Martí escribiría: "Nada pueden los asesinos contra los defensores de la libertad. La puñalada infame no hiere la Revolución, hiere el honor de los que pretenden sofocar, con el crimen inicuo, la aspiración de un pueblo".

 

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