"Mejor
un mafioso de zapato que un ignorante de sandalias". El comentario
prejuicioso fue hecho por una mujer blanca, en el vuelo de Santa
Cruz de la Sierra a Cochabamba. Da una idea del sentimiento de esa
minoría blanca, que siempre gobernó Bolivia durante siglos, al
sentir que el país le fue expropiado por las manos de la gran
mayoría de pueblos indígenas —64% de la población se reconoce como
indígenas— aymaras, quechuas, guaraníes o de otras nacionalidades,
los que nunca llegaron al gobierno.
En la época de la campaña electoral había una caricatura en un
diario boliviano, en la que cuatro mujeres jugaban a las cartas,
cuando una de ellas pregunta:
—¿Puede un indio ser presidente?
A lo que la otra responde:
—Sí, de la India.
La forma habitual de referirse a Evo Morales, presidente de la
República, es llamarlo "ese indio de mierda". El año pasado, en la
plaza central de Cochabamba, estudiantes blancos sometieron
violentamente a indias e indios a vejámenes públicos. El racismo de
la derecha, de la prensa y de los gobiernos de la región oriental es
extremo.
Ese sentimiento se agudizó cuando las encuestas electorales
confirmaron lo que las elecciones del año pasado ya habían revelado:
el gobierno de Evo Morales goza de amplia mayoría en el país y esta
vez puede conseguir no solo la reelección y repetir la mayoría en la
Cámara de Diputados, sino conquistar la mayoría del Senado, tal vez
hasta con los dos tercios. La oposición, derrotada políticamente,
concurre con varios candidatos, siempre muy atrás —asimismo sumados—
de la votación prevista a favor de Evo.
Uno de ellos, también candidato en las elecciones pasadas, Samuel
Doria, es dueño de la marca Burger King en Bolivia. Su lema, pintado
en las paredes de Cochabamba es: "Pongamos a Bolivia a trabajar".
Expresa otro prejuicio: el de que la región occidental del país,
donde están La Paz y los estados con mayoría aplastante de
indígenas, vive del Estado, de políticas sociales, de subsidios,
etc. mientras que el dinamismo y el trabajo corren por cuenta de la
región mayoritariamente blanca, la región oriental.
Después de tentativas de deslegitimación del gobierno,
promoviendo proyectos autonómicos en las provincias, de forma
violenta, la derecha fue derrotada en la consulta sobre la
confirmación de mandatos en agosto pasado. Ante los resultados
promovió actos violentos de ocupación de predios del gobierno
federal, agresión a funcionarios públicos, hasta que uno de los
gobernadores de la región oriental, del estado de Pando, reprimió
una movilización de campesinos, matando a varios de ellos. Eso por
sí mismo generó su aislamiento, pero el gobierno pasó a la ofensiva,
con la prisión del gobernador y una gran movilización de 100 000
personas, en La Paz, dirigida por Evo Morales. La oposición pasó a
la defensiva, derrotada políticamente. Uno de los reflejos de esa
derrota es no haber logrado unificarse y presentar varios
candidatos.
La victoria de Evo Morales, con mayoría —con la posibilidad de
llegar a los dos tercios del Senado— permitirá que todo el proceso,
recién iniciado, de refundación del Estado boliviano, con el nuevo
andamiaje legal que eso requiere, pueda ser realizado conforme a las
orientaciones del gobierno. La derecha todavía no está derrotada
económicamente, dispone de gran poder económico —aunque debilitado—
y del poder mediático, gracias al monopolio que ejerce, tal como
ocurre en otros países del continente.
Pero, a tres años y medio de su primera elección, el gobierno
boliviano camina seguro hacia su consolidación. Elabora en este
momento una ley de gestión pública del nuevo Estado multinacional y
autonómico, avanzando en el proyecto de refundación del Estado
boliviano. El ex presidente Sánchez de Lozada —refugiado en Estados
Unidos, con pedido de extradición por el gobierno boliviano para
responder ante la Justicia por las decenas de muertes de las que se
responsabiliza a su administración, cuando intentaba evitar su
caída— representa bien el "mafioso con zapato". Evo, de sandalias,
la sabiduría indígena, campesina, popular, que para los prejuiciosos
racistas aparece como ignorancia.
(Tomado de la revista Sin Permiso)