Quien asiste en silencio ante un crimen, es cómplice". — José
Martí.
Con cuanta desventaja está luchando Manuel Zelaya por su
restitución como legítimo presidente de Honduras. Tiene en su contra
a los ricos y poderosos, encabezados por las diez familias que
controlan a Honduras como su hacienda con el apoyo del ejército y la
policía, quienes por un puñado de dólares se convirtieron en guardia
pretoriana personal y se olvidaron del orgullo nacional y el deber
ante la patria.
Zelaya también tiene que lidiar con toda la derecha internacional
y la prensa globalizada a su servicio incondicional que aplaudió el
golpe de Estado de Roberto Micheletti. Y ni que decir de Estados
Unidos que percibió los intentos del presidente hondureño, de
redistribuir la riqueza nacional, como un peligro para los intereses
de la seguridad nacional norteamericana, consistente en el dominio
de América Latina y sus abundantes recursos naturales.
Sin embargo, esta vez el imperio, agotado y en bancarrota por sus
pirámides financieras, sus dos guerras sin fin en Afganistán e Irak,
y que busca al mismo tiempo finanzas para un nuevo frente en
Pakistán, decidió cambiar de táctica. Está reemplazando la
tradicional violencia por un ‘sutil’ juego diplomático para impedir
el avance del populismo en América Central. En el caso de Honduras,
está retrasando lo más posible el retorno de Zelaya a la
presidencia. Ya faltan 54 días para las nuevas elecciones y los
golpistas se sienten seguros en el poder por el apoyo inocultable de
los EE.UU.
Barack Obama, quien parece un loro hablando de la democracia y
los derechos humanos, declara que Washington no puede hacer nada y
necesita apoyo de la comunidad internacional. ¿De qué comunidad está
hablando? Unión Europea está dominada por Estados Unidos y no existe
ningún país europeo donde no haya bases militares norteamericanas.
Asia vive su mundo y sus propios problemas. En este "nuevo" juego
geopolítico, Hillary Clinton ha tomado una posición más cínica
respecto a Honduras. Frente al mundo está dando la impresión que
hace todo lo posible para que retorne Zelaya a la presidencia, pero
en realidad está apañando al embajador de Estados Unidos ante la
OEA, Lewis Amselem, quien con su último discurso le quitó la máscara
al gobierno norteamericano.
Dijo que Zelaya era un "irresponsable e idiota" por regresar al
país y que "debería dejar de actuar como si estuviera en la vieja
película Bananas de Woody Allen", refiriéndose a la obra
filmada en 1971 que muestra a un dictador en una "República
Bananera". Se sabe que todos los discursos de los representantes de
Washington no se hacen sin aprobación del departamento de Estado a
cargo de Hillary Clinton. La secretaria de Estado también sabe la
historia negra de Amselem quien entre 1988 y 1992 era el jefe de la
Oficina de los Derechos Humanos de la embajada norteamericana. La
monja ursulina Diana Ortiz le contó personalmente a Hillary cómo en
1989 fue detenida, torturada y violada reiteradamente por los
militares guatemaltecos. Como su caso salió a la luz pública, fue
liberada pero sus denuncias fueron desmentidas por Amselem como
"ilusiones de una loca lesbiana".
Si este encubridor de torturadores representa a EE.UU. en el
futuro diálogo en Honduras, la resistencia, Zelaya y el mundo entero
debe convencerse a dónde apunta el Gran Patrón. (El Diario/La
Prensa, de Nueva York)