Mas no debe faltar la memoria, porque como expuso Eusebio Leal,
verdadero demiurgo del rescate y transformación de La Habana Vieja,
aquella nos es necesaria para situarnos en lo que somos y queremos
ser. Por eso evocó los tiempos de fundación del convento
franciscano, la irradiación cultural del recinto entre los finales
del siglo XVIII y los inicios del XIX, el desmantelamiento de sus
valores artísticos a raíz de una disposición de la Corona adoptada
en 1842, y la progresiva decadencia del sitio, que terminó siendo
mero depósito. Pero sobre todo evocó el ingente trabajo de
restauración emprendido a comienzos de los años noventa del siglo
pasado, demostrativo de la voluntad política y la importancia que
concede a la cultura el Estado socialista, sometido justamente en
esa época a las más terribles pruebas.
Ese empeño colosal se ha visto recompensado por la fidelidad de
la vanguardia musical cubana y el público a los dones que prodiga la
Basílica como espacio facilitador de la plenitud espiritual. Este
mismo viernes, a las 6:00 p.m., la Camerata que dirige la maestra
Zenaida Romeu, entregará a la audiencia una ofrenda de música cubana
con obras de los consagrados Alfredo Diez Nieto y Roberto Valera y
las noveles Jenny Peña y Yadira Cobo.