El ambiente antiespañol reinante en muchos países
latinoamericanos hizo pensar a los patriotas cubanos que había
llegado la hora de conquistar la libertad de la Isla.
A lo anterior debe sumarse un acontecimiento notable: el 23 de
septiembre de 1868, Puerto Rico proclamó mediante el Grito de Lares
su derecho a la independencia.
Aunque el intento fue sofocado con celeridad, constituyó un
poderoso acicate para los independentistas de la zona oriental del
país, en particular del abogado bayamés Carlos Manuel de Céspedes,
quien llegó a la conclusión de que se estaba ante el momento
histórico conveniente para la acción liberadora: la Revolución de
1868.
Junto a Francisco Vicente Aguilera, Perucho Figueredo, Salvador
Cisneros Betancourt, Vicente García y Miguel Jerónimo Gutiérrez,
constituyó el grupo de terratenientes revolucionarios empeñados en
expulsar a España de Cuba.
Ellos vertebraron la conspiración a través de logias masónicas de
alta radicalidad política-ideológica, extendidas hasta
jurisdicciones vecinas.
La primera reunión de contacto del grupo dirigente, efectuada en
agosto de 1868, no llegó a establecer la fecha definitiva del futuro
alzamiento.
Pero sí se produjo la delación de la conspiración, y en un
telegrama cursado por el Capitán General a las autoridades de
Bayazo, ordenó detener a Céspedes y sus seguidores.
Estos, una vez en conocimiento del hecho, determinaron adelantar
del 14 para el 10 de octubre la acción liberadora.
Ese día Céspedes dio el grito de independencia en su ingenio
Demajagua y realizó dos actos trascendentales para la historia:
liberó a los esclavos de su propiedad y dio a conocer un documento
titulado Manifiesto del 10 de Octubre.
Los criterios vertidos por el hacendado en el documento deben
verse a la luz de una revolución naciente y entenderse relacionado
con la poca base inicial del movimiento, cuyo máximo jefe no sabía
aún si contaría en el futuro con el apoyo de otros grupos
comprometidos, lo cual obligó a proceder con suma cautela.
Miles de blancos, negros y mulatos libres, sin embargo, se
incorporaron a la lucha en los días posteriores al 10 de Octubre
como Antonio, José, Miguel y Rafael Maceo, Guillermo Moncada, Flor y
Emiliano Crombet, los dominicanos Luis Marcano y Modesto Díaz,
radicados en la región suroriental.
Una figura de trascendencia en la historia nacional se pondría de
manifiesto con rapidez, Máximo Gómez, vencedor en la carga al
machete en Tienda del Pino, cerca de Baires, el 4 de noviembre.
Otro hecho significativo ocurrió en la toma de Bayamo en el
propio mes de octubre, cuando por primera vez se escucharon las
notas del Himno, cuyo autor fue el patriota Perucho Figueredo.
La Revolución del 68, mientras tanto, creció y fue necesaria una
reunión de los centros de dirección para dejar constituido un frente
único de combate contra el colonialismo español. Esta tuvo lugar en
la localidad de Guáimaro a partir del 10 de abril de 1869.
Representantes de Oriente, Camaguey y Las Villas mantuvieron
largos encuentros verbales para establecer la unidad dentro de la
revolución y sobrepasar las diferentes concepciones sostenidas hasta
ese momento.
El encuentro resultó vital para el desarrollo posterior del
proceso insurreccional y en ese momento preciso de la acción
liberadora de la Guerra de los 10 Años.
De las conversaciones surgieron documentos e ideas para
enriquecer, con la Constitución de Guáimaro, el aparato de dirección
de la naciente República de Cuba.