Por eso, mientras el General de Ejército Raúl Castro Ruz
enfatizaba en Holguín (26 de julio del 2009) la necesidad de hacer
producir la tierra y sembrar árboles, Edilberto sentía que aquel
llamado era directamente con él.
"Yo no podía quedarme con los brazos cruzados —afirma— ni tampoco
pensar como esas personas que todo lo quieren resolver pidiendo
recursos¼ entonces me vinieron a la
memoria las bolsitas de leche y de yogurt que casi todos los días
botamos en nuestras casas.
"Esa puede ser una buena solución para viveros y reforestación,
me dije, y enseguida salí para la calle. En dos horas recogí más de
400. Luego volví a la carga y recolecté más o menos la misma
cantidad. Cuando vine a ver había entregado más de 800. Si todos
ayudamos, ¿cuánto se puede recolectar?".
La apreciación de Edilberto, coincidente en esencia con numerosos
lectores como J. Aymé Cuesta (periódico Granma, página 11 del
viernes 2 de octubre del 2009) no es epidérmica. Cada día la
población compra miles de estuches de leche y yogurt que, como
regularidad, van a parar luego a depósitos de desechos sólidos,
microvertederos y vertederos de la ciudad.
La cantidad de envases que podrían acopiarse en todo el país
mediante esa alternativa es, por lo tanto, "incalculable".
Para Edilberto, sin embargo, la respuesta al llamado de Raúl no
se limita al acto de recoger cuanta bolsa acopia a su paso.
"Yo también preparo semilleros, sobre todo para frutas —explica
mientras acomoda una estiba de posturas de mango a bordo de su
criollo e inseparable vagón.
"Nada le impide a un jubilado como yo hacer estas cosas
—recalca—, por eso me he propuesto sembrar un árbol donde quiera que
el ciclón echó abajo alguna mata, allá en el barrio donde vivo. Eso
se puede lograr en todas partes, porque este es un pueblo cederista
y revolucionario, acostumbrado a resistir y a vencer las
dificultades".
Sol y calor parecen dispuestos a rajar piedras en cualquier
instante. A Edilberto poco le importa. Con la misma tenacidad de los
30 años que laboró en el sector azucarero, anda.
Absolutamente nadie le obliga a acopiar pequeños envases para
reforestación. Él solo es receptivo ante el llamado y un eterno
agradecido que quiere reciprocar la obra de sus antecesores,
plantando hoy el fruto que mañana disfrutarán otras generaciones.