Llegamos hoy a la tercera y más compleja paradoja del joven
Alejandro: "Y si no es el socialismo, ¿qué otra opción nos queda?".
Pareciera que nuestro interlocutor buscaba una salida express.
Pero no, ya Alejandro nos dijo claramente que él apuesta por el
socialismo con swing. ¿Entonces? Nada, entiendo que quiere y
necesita saber qué es lo que nos ofrece la opción no socialista. Y
para responderle no voy a usar el manido argumento del lobo
capitalista que se devora a la caperucita proletaria.
Lo que está en juego es mucho más que el remake de un
cuento infantil. Es la historia y la vida misma; es la ecología y el
futuro; es la felicidad y la existencia. Todo eso y más es el
socialismo, enemigo jurado del egoísmo y la desigualdad, del consumo
desmedido y de la violencia, de la guerra y el expansionismo, de la
droga y la pornografía, de la tontería y el glamour como
estado mental, todo lo cual y más es sinónimo de capitalismo,
generador de una sociedad donde, contrario al precepto martiano,
vale más el que lleva mucho afuera; donde no importa cómo piensas,
sino cómo te vistes y cuál teléfono móvil usas; donde la gente vale
según su fortuna, y los sin fortunas no son gente, porque las
cédulas de identidad han sido sustituidas por las tarjetas de
créditos; donde los centros comerciales son más venerados que las
universidades; donde —según Eduardo Galeano— para elogiar una flor,
se exclama: "¡Qué bonita, parece de plástico!".
Si no es el socialismo, Alejandro, nos quedaría la opción de la
barbarie. Estoy seguro, como ya pasó en la antigua URSS, que en un
abrir y cerrar de ojos, el capitalismo crearía un oasis de pulcras
vitrinas y las míticas franquicias de comida chatarra se disputarían
los sitios más céntricos, creando un espejismo de luces y abundancia¼
Mientras, en la periferia de esa burbuja artificial, en otro abrir y
cerrar de ojos, se extendería un cinturón de miseria: sin escuelas,
pero con pandillas; sin empleo, pero con prostitución; sin sueños,
pero con drogas para olvidar; sin calidad de vida, pero con una
televisión que te vendería toda clase de comodidades, y fíjate que
no hablo de los peligros terroríficos que se ciernen por el odio
visceral.
Hay otra manera más sencilla y terrenal de responder a la
pregunta de Alejandro: o asumes que eres un optimista emprendedor y
trabajas duro para construir un socialismo con más swing (que te
garantice seguir siendo libre y al mismo tiempo vivir mejor y más
feliz), o te juegas la libertad en la ruleta rusa de un casino, para
terminar descubriendo que en el reino del sálvese quien pueda se
hipoteca hasta la sonrisa. No es casual que Silvio Rodríguez, que se
ha paseado por el mundo y tiene en su canción un calidoscopio de la
vida, apostara desde su escaño de Diputado, cuando integró la
Asamblea Nacional del Poder Popular, por un socialismo perfectible.
Asumía en ese concepto que el nuestro puede ser mejor y lograrlo es
una tarea que no podemos delegar en nadie.
Recientemente, el presidente Raúl Castro advirtió que él no había
sido elegido para restaurar el capitalismo en Cuba. Y en el mismo
discurso invitó a los cubanos a debatir sobre el socialismo que
queremos. El día que se pierda ese don de la participación se habrá
extraviado también la brújula de la revolución. Por eso es tan
importante que nuestros padres, nosotros y nuestros hijos: tres y
más generaciones de cubanos, entre los que ya se encuentra
Alejandro, acepten ese convite a una reflexión colectiva, pero
despojada de esquemas, poses y consignas.
El resultado, sin temor a equivocarnos, será la revitalización de
los valores socialistas. Hace poco tiempo, cuando se cumplió el
medio siglo de revolución cubana, jóvenes intelectuales fueron
invitados a discurrir sobre ese hecho y las realizaciones de su
proyecto socialista. Cito aquí solo unos breves fragmentos de sus
palabras, suficientes para entender cuán necesario e intenso es el
debate que nos espera.
Julio César Guanche: "En 1959, la Revolución cubana trajo al
mundo un bello ejemplar de socialismo utópico. El proyecto de 1959
realizó en la tierra cubana gran parte del enorme ideal de Rousseau:
ciudadanía universal, soberanía popular y justicia social. Cincuenta
años después redescubre que una revolución no es una meta en sí
misma, que todo lo conquistado ha de ser reconquistado, que
renovarse es la única manera de continuar".
Ariel Dacal: "Tenemos que discutir públicamente qué entendemos
por socialismo y cómo lograr que este sea más efectivo en la
búsqueda de una alternativa anticapitalista, lo que significa toda
la justicia social posible. El acumulado de instrucción, cultura,
capacidad técnica, sentidos y conocimientos sobre la política creado
en el pueblo está subutilizado y en algunos casos desperdiciado.
Para revertir esa situación se hace necesario cambiar
cualitativamente las formas de la participación de la gente en la
gestión y control de su vida cotidiana, individual y pública,
laboral y comunitaria".
José A. Fernández: "Nuestro Socialismo ha luchado contra la
pobreza, contra el capitalismo, contra el imperialismo y sus peores
modales —guerra y terrorismo—, contra el inmovilismo de la
burocracia estatal, contra la incultura política, contra el
oportunismo de los supuestos extremistas, contra la mínima oposición
interna y la gran oposición externa, contra los fantasmas de la
‘plaza sitiada’, que no nos permiten creer en nuestras fuerzas para
ser más libres. Hemos aportado la belleza de un pueblo entero, de
mujeres y hombres hechos a sangre y fuego, a bloqueo y milicia, a
escasez de cosas y abundancia de prudencia y fe en la justicia
ganada".
Espero que el joven Alejandro y quienes siguieron estos
comentarios, encontrarán en ellos temas de debate, nuevas
interrogantes y algunas respuestas. Debatir sobre el socialismo,
como asunto de presente y futuro, es para muchos un tema espinoso.
Les aseguro que deja de ser un terreno árido, cuando lo hacemos de
manera pública, pero no solo en clave de inventario de problemas,
sino en clave propositiva. De francotiradores está lleno el bosque.
Para avanzar y ser mejores hay que seguir creando y aprendiendo.
En la sabia del pueblo y en el pensamiento siempre creador de Fidel,
hemos asentado lo que parecía imposible: salvar el socialismo.
Socialismo con swing (I)
Socialismo con swing (II)