La cita del Che Guevara en un comentario anterior (*), nos trajo,
entre el abanico de opiniones, una grata e inesperada sorpresa.
Alejandro, el hijo adolescente de una amiga, ha llamado para hacerme
tres preguntas: "¿Cómo se explica que los fundadores del socialismo
se alejaron de ese camino, mientras nosotros nos aferramos más a él?
¿Por qué el socialismo parece preocuparse más por la ideología que
por la estética?... Y si no es el socialismo, ¿qué otra opción nos
queda?"
Confieso que colgué el teléfono atónito. Alejandro está por
cumplir 16 años y me consta que no es un chico de vida
extra-terrestre. En todo caso me ha dejado descolocado, porque a
veces pensamos que a ellos no les interesan estos temas, o creemos
que son apolíticos, o nos preocupa que no se sientan herederos de lo
que sus antecesores construimos. ¡Tremendo error! Alejandro es el
reflejo de una realidad que necesariamente puede ser colectiva: los
debates actuales no serán más objetivos si marginamos a los
adolescentes y jóvenes, o si les negamos los argumentos o el espacio
de participación que ellos esperan de nosotros.
Con gusto respondo por separado a las tres interrogantes de
Alejandro. Comienzo por "los fundadores del socialismo"¼
Casi todos hemos crecido con la percepción (casi geográfica) de
ubicar en la Europa del Este —y específicamente en la antigua URSS—
la cuna del socialismo. Y a partir de ese dato, también concluimos
que los mismos que izaron un día las ideas socialistas, fueron los
que dejaron ese barco a la deriva, abdicando de un sistema que nació
como contraparte y opción frente al capitalismo.
Pero en ese pasaje, contado así en pocas líneas, hay un error
histórico. Si bien es cierto que fue de aquel lado del mundo donde
se conceptualizó este sistema social, no podemos obviar las
experiencias anteriores de convivencia socialista. En América del
Sur, por ejemplo, tenemos las llamadas reducciones de los Jesuitas,
que habitaron el Paraguay y sus fronteras vecinas entre 1609 y 1767,
año en que la corona española ordenó la expulsión de la Compañía de
Jesús de sus colonias sudamericanas.
Los Jesuitas habían cometido un "pecado" imperdonable: sacaron a
los indígenas de la selva y les mostraron técnicas de agricultura y
artesanía; y respetando su idioma guaraní los enseñaron a leer y a
escribir. Como método pedagógico, en lugar del látigo, utilizaron la
música. Fue así como llegaron a tan lejanas tierras los instrumentos
europeos de la época: chirimías, tambores y arpas, que pronto se
fundieron al ritmo de las maracas con que los chamanes guaraníes
marcaban el paso de sus danzas sagradas.
Para la corona española resultaba insólita la noticia de que en
sus colonias, desde inicio del siglo XVII, se estuviera construyendo
un estado que jugaba al ideal de lo que hoy conocemos como
socialismo. Eso era el Paraguay de entonces, una tierra de trabajo
colectivo, disciplina, oración, solidaridad, aprendizaje y música.
El primero de estos pueblos se estableció en 1609 en San Ignacio
Guasú, y pronto le siguieron otras cuarenta fundaciones, situadas en
torno a los ríos Paraná, Uruguay y Tape. A mediados del siglo XVIII,
según el historiador Justo Fernández López, ya contaban con cerca de
150 000 habitantes.
Cada reducción constituía un poblado, construido alrededor de una
gran plaza y administrado por un Cabildo. Contaba con iglesia,
colegio, talleres de diferentes oficios artesanales y hospitales.
Las reducciones eran rodeadas por tierras dedicadas al cultivo
intensivo, donde cada indígena trabajaba en una parcela particular y
en un campo común. La economía estaba organizada a partir de la
participación comunitaria. Y el intercambio se establecía a través
de la reciprocidad entre sus miembros y los diferentes pueblos.
Si profundizamos en la historia latinoamericana, encontraremos
(más acá) expresiones auténticas del socialismo, con una visión
creadora y antidogmática. Un ejemplo: Julio Antonio Mella, joven
fundador del Partido marxista-leninista de Cuba, dejó claro que no
aspiraba a reproducir aquí la experiencia bolchevique, al tiempo que
hizo una profética advertencia: el Partido debía contar con seres
humanos pensantes, no domesticados. No había cumplido todavía los 21
años y ya hablaba de una revolución socialista, pero a la cubana.
Y mucho antes de que los presidentes Hugo Chávez, de Venezuela, y
Rafael Correa, de Ecuador, trazaran las primeras líneas del
Socialismo del Siglo XXI, otro joven, el peruano José Carlos
Mariátegui, aseguró: "El socialismo en América no será calco ni
copia, sino creación heroica". Si hablamos de creación, no puede
existir entonces un solo socialismo y mucho menos ser propiedad de
alguien. La práctica demostró que es un sistema diverso, que debe
fundar con osadía un socialismo aquí y otro allá.
Por eso enmiendo el error de Alejandro, de pensar que el
socialismo era uno solo y dejó de existir el día que en Moscú
arrancaron con una grúa la última estatua de Lenin. En todo caso, de
este lado nos aferramos al socialismo nuestro, ese que tiene raíz
martiana y latinoamericana. Un socialismo "siempre perfectible",
como define el trovador Silvio Rodríguez: "Sin que deje de soñar y
desear un ser humano y una sociedad mejores, pero desde la
perspectiva que da la actualidad, no desde la que prefiguraron los
pioneros del socialismo".
Llegado a este punto, les cuento que en mi conversación con
Alejandro, también aprendí que nos rodean jóvenes con más visión que
lagunas históricas, a la hora de visualizar el sistema en el que
desean vivir. Mi interlocutor domina los caminos de la crítica
justa, rebate con ideas propias y no reniega de la sociedad que
habita. Pero cuando le pregunto cuál sistema le simpatiza más,
Alejandro, desenfadado, elige de inmediato el camino de la creación:
"Me gusta el socialismo con swing". Un "modelo" que será tema del
próximo comentario.
(*) "El socialismo es joven y tiene errores", en "Chapucerías",
Granma, 31.08.09.
Socialismo con swing (II)
Socialismo con swing (III y final)