Hacía 
			mucho tiempo —y yo quiero que me oigan— que estábamos deseando esta 
			oportunidad, y de todos los actos y de todos los hechos que hemos 
			vivido desde que iniciamos esta lucha revolucionaria, ningún momento 
			más feliz para nosotros que este, y les voy a explicar por qué. 
			Porque este acto de hoy, esta reunión de ustedes los niños cubanos 
			con nosotros, es el acto más hermoso de esta Revolución; porque 
			quiere decir que ustedes no van a vivir como nosotros; quiere decir 
			que ustedes no van a sufrir lo que nosotros sufrimos.
			Nosotros nunca pudimos venir aquí a esta fortaleza, nosotros solo 
			sabíamos que aquí se albergaban millares de soldados, de hombres 
			armados que eran capaces de los peores abusos, que eran capaces de 
			las peores injusticias. Nosotros nunca tuvimos este privilegio de 
			ver lo que era una fortaleza militar. Nosotros nos preguntábamos 
			además ¿para qué servían las fortalezas militares?, nosotros nos 
			preguntábamos ¿pero qué harían tantos soldados aquí dentro, pero qué 
			harían tantas compañías y tantos regimientos, qué significaba todo 
			aquello, qué fin perseguían esos soldados? Y nosotros, los que un 
			tiempo fuimos niños como ustedes, tuvimos oportunidad de conocer 
			para qué servían aquellos soldados.
			En todos nosotros hay un sentimiento de odio contra la injusticia 
			y contra el abuso. Nadie está de acuerdo cuando en la escuela el 
			mayor atropella a los más pequeños; nadie está de acuerdo en la 
			escuela cuando el más fuerte quiere avasallar al más débil; todo el 
			mundo desprecia en la escuela al que quiere imponerse por la fuerza 
			abusando de sus compañeros.
			Y eso era lo que estaba ocurriendo en todo el país: que los 
			fuertes, porque tenían las armas en la mano, vivían abusando del 
			pueblo que era débil. Por eso, cuando un día hablando del papel que 
			desempeñaban aquellos soldados, ofrecimos que algún día la fortaleza 
			de Columbia se convertiría en una escuela, estábamos expresando el 
			deseo más profundo de nosotros. No fue fácil tomar esta fortaleza; 
			miles de hombres cayeron en el camino; conquistar esta fortaleza 
			costó mucha sangre, costó muchas batallas y costó muchas vidas. Al 
			principio parecía imposible, nosotros éramos un grupo pequeño, esta 
			fortaleza estaba llena de cañones, llena de tanques, llena de 
			soldados, llena de fusiles; nadie creía que aquellos que éramos unos 
			pocos podríamos algún día tomar esta inmensa fortaleza que era el 
			símbolo de la fuerza, que era el símbolo de la dictadura (...)
			Las tropas rebeldes entraron en Columbia después de derrotar a 
			las fuerzas de la dictadura y aquella promesa, aquella promesa se 
			cumple hoy. ¿Para qué queremos una fortaleza aquí rodeando la 
			ciudad? ¿Para qué queremos cuarteles? Si lo que hacen falta son 
			escuelas, si lo que hacen falta son campos deportivos, si lo que 
			hace falta es que todo el mundo viva sin miedo, para que todo el 
			mundo viva en paz.
			Nosotros tenemos muchas cosas que hacer, y sin embargo no podemos 
			hacerlas, ¿saben por qué?, porque no tenemos personas preparadas 
			para hacer esas cosas. Muchas cosas nos salen mal, ¿saben por qué? 
			Porque no tenemos personas que sepan hacer las cosas bien hechas. 
			¿Saben por qué no las tenemos? Porque nadie se ocupó de prepararlas. 
			Si muchos niños hoy viven pobremente; si muchos niños andan mal 
			vestidos; si muchos padres de los niños tienen apenas con qué llevar 
			el pan a su casa, la culpa la tienen los que no se preocuparon de 
			preparar a su pueblo y de trabajar para su pueblo.
			Ustedes los niños están sufriendo las consecuencias de todo el 
			olvido y abandono en que ha vivido nuestro pueblo. Pero, sin 
			embargo, no sufrirán muchas cosas de las que hemos sufrido nosotros, 
			porque nosotros sí vamos a preparar al pueblo para que las cosas 
			salgan bien (...)
			Así que el niño que no estudia no es un buen rebelde, no es un 
			buen revolucionario, porque si quieren ayudar a la Revolución, si 
			quieren ayudar a los rebeldes, si quieren ayudar a su patria, tienen 
			que estudiar, porque el que no sabe hacer las cosas, no puede ayudar 
			a nadie, se equivoca y aunque las quiera hacer bien, no las puede 
			hacer bien porque no sabe (...)
			Yo les explicaba cómo antes la ciudadanía, cuando pasaba por 
			aquí, veía una fortaleza, y ¿saben lo que van a ver ahora?: un 
			centro de enseñanza. Y Cuba es el único país de América que ha 
			podido hacer eso, conquistar una fortaleza militar y convertirla en 
			una escuela, en un centro escolar. ¿Fortalezas, para qué? Si lo que 
			hace falta son centros de enseñanza.
			Cuando hay que defender la Revolución, ¿quién la defiende? Todos. 
			Ahora hay más soldados que antes porque todos ustedes son soldados 
			de la Revolución. Antes había 30 000 soldados, ahora tenemos seis 
			millones de soldados para la Revolución, porque la defienden los 
			niños, los viejos, los campesinos, los obreros, los médicos, los 
			maestros, todos; todo el pueblo es soldado de la Revolución. Ahora 
			sí es verdad que esta fortaleza no la toman más nunca porque no es 
			la fortaleza de una pandilla, es la fortaleza de un pueblo, para 
			volver a convertir esto en fortaleza tienen que ganarle la guerra a 
			seis millones de cubanos.
			Por eso ahora nos sentimos seguros, porque todo el pueblo 
			defiende esta fortaleza, y esta fortaleza la conquistó el pueblo.
			Compañero ministro de Educación: en sus manos ponemos esta 
			fortaleza, y de ella arriamos nuestra bandera victoriosa invicta 
			para entregarle a la educación la fortaleza conquistada.
			Esperamos que este acto marque el inicio de una nueva era en la 
			educación y que el centro de alta enseñanza que aquí se establezca 
			venga a convertirse en el primero de toda la América.