Narcotúneles e impotencia

Mafias sin barreras

Francisco Arias Fernández

Mientras la llamada guerra contra las drogas se erige en gran pretexto para el incremento de las bases militares de EE.UU., en América Latina, en las propias narices del imperio mafias del narcotráfico internacional desafían al mismísimo Comando del Norte estadounidense y a la superarmada Patrulla Fronteriza, burlando muros anti-inmigrantes, radares, satélites y analistas.

Túnel detectado en septiembre del 2008 en San Diego, California, por el cual se trasladaban hacia EE.UU., 100 kilogramos de cocaína diariamente.

El sitio digital mexicano "Milenio.com" informó el lunes 7 de septiembre que la línea fronteriza entre Estados Unidos y México "experimenta una nueva faceta en sus crisis de seguridad ante el creciente número de túneles y narcoductos construidos por el crimen organizado para llevar o traer armas, dinero y narcóticos", devenida una gran preocupación, calificada incluso por la administración Obama como una "amenaza", según admitió el mayor John Smith, encargado de las labores de ingeniería del Pentágono para combatir el fenómeno, y dedicado de lleno a pensar en revertir "la ofensiva subterránea del narco".

El citado oficial, asignado a la Fuerza de Tarea Conjunta del Comando del Norte (JTFN, por sus siglas en inglés), basada en Fuerte Bliss, Texas, reconoció que "para nosotros, definitivamente, es un problema creciente". De esa afirmación no queda la menor duda, si nos atenemos al interés que el Departamento de Defensa y de Seguridad Interna han propiciado al asunto, con la creación de grupos de trabajo especiales; la asignación de millones de dólares a las áreas de investigación e ingeniería, buscando una tecnología capaz de detectar las redes de túneles, mientras destinan a "cerebros militares" para intentar resolver el acertijo, y lidiar una "batalla inteligente" con los ingenieros que se sospecha trabajan del lado mexicano para las mafias.

Preocupa a muchos el alto nivel de sofisticación de los túneles, que en algunos casos incluyen sistemas de ventilación, drenaje e iluminación.

Mientras se incrementan las garitas, los efectivos de la Patrulla Fronteriza y crece en profundidad y longitud el muro que separa a los dos vecinos, la cifra de narcotúneles detectados por EE.UU., en California, Texas, y especialmente en Arizona ha ido en ascenso: más de 50 construcciones entre el 2008 y lo que va del 2009, "la cifra más alta de la historia", según "Milenio.com". Aunque se han detectado más de 1 000 desde el primer hallazgo en 1981, de acuerdo con otras fuentes periodísticas mexicanas.

Según cifras oficiales del gobierno de Estados Unidos solo en Arizona fueron incautadas en el 2008 un millón de libras de marihuana, superada por Texas donde se decomisaron 1,18 millones de libras.

Como era de esperar y siguiendo su receta militarista en la guerra antidrogas, Washington también acude a sofisticadas máquinas de radar conocidas como Sistema de Penetración Terrestre —utilizadas en otras guerras perdidas en lejanos rincones del planeta—, pero "toda esa tecnología no ha logrado detener la metástasis de túneles fronterizos" que inunda de drogas a EE.UU. y de armas a México.

Es llamativo que no resulten ni las máquinas ni las neuronas, que los satélites no alcancen a la profundidad de los narcoductos, después de meses o años de "jugosa existencia", y que la psicosis de los huecos provoque el desvelo del Comando del Norte.

Tanta alarma justificará en EE.UU., el desembolso millonario para continuar la guerra e incrementar la vigilancia en la frontera mexicana, tan preocupante desde el punto de vista migratorio para las autoridades norteamericanas.

Del otro lado del túnel, adonde llegan las armas, los 17 pacientes de una clínica de rehabilitación de adicciones en Ciudad Juárez asesinados hace escasos días a sangre fría en plena formación, se suman a los cerca de 13 000 mexicanos muertos por la violencia de los cárteles del narcotráfico desde el 2003.

De un lado y otro de la frontera se sabe que no bastan las armas para detener la tragedia sangrienta que sigue incrementándose en los dos países provocada por el poderoso negocio de las drogas. Si gobiernos precedentes a la administración Obama gastaron más de 25 000 millones de dólares en políticas erráticas, muy criticadas incluso en la última campaña electoral, por centrarse en el uso de la fuerza y hacer caso omiso a la necesidad de recursos para la prevención y la rehabilitación, hoy el desafío está latente.

Estrategias y tácticas fallidas, contra los mismos enemigos. Los narcotúneles, como los florecientes negocios de la marihuana de hidropónico, el uso de planeadores ultraligeros para sobrevolar el extenso muro de contención fronterizo, el crecimiento del consumo de drogas sintéticas y otras "novedades" del narcotráfico —tan publicitadas por los monopolios de la información— tratan de imponer el criterio de que la batalla es imposible de ganar, que las mafias no tienen barreras ni frenos posibles. Peligrosa moraleja en tiempos de crisis económico-financiera.

Quienes se llevan el dinero a sus bancos y se sienten blindados en sus limusinas, duermen tranquilos en ciudades supervigiladas, mientras la sangre corre por las calles mexicanas, colombianas u hondureñas, y los satélites espías se hacen los ciegos.

 

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