Entre las obras de cabecera de todo aquel que quiera saber cómo,
por qué y para qué el hombre fue forjando en las eras originarias un
universo espiritual, no debe faltar La rama dorada, del
antropólogo escocés James George Frazer (1854-1941), título que
llegará nuevamente a los lectores cubanos el próximo Sábado del
Libro (Palacio del Segundo Cabo, 11:00 a.m.), en una publicación de
la Editorial Ciencias Sociales.
El propio autor confesó que nunca imaginó la vastedad de su
propuesta el día en que ante la página en blanco se decidió a poner
en blanco y negro la explicación de un rito de sucesión de la
Antigüedad entre las comunidades que poblaban la Península Itálica.
Frazer comenzó a escribir la obra en 1890 y solo 25 años después
la dio por terminada. El proyecto exigió no solo un prolongado
período de investigación documental, sino también un enorme esfuerzo
intelectual, toda vez que a medida que fue avanzando, tuvo necesidad
de ir explicando comparativamente los vasos comunicantes que enlazan
los procedimientos rituales, la génesis de los mitos, los
fundamentos religiosos de diversas sociedades, y lo que hoy
llamaríamos el pensamiento precientífico.
Duramente criticado tanto por no haber desarrollado trabajos de
campo que validaran sus tesis como por un apego metafísico a los
cánones del evolucionismo darwiniano, sin que falten los que
atribuyen al ensayista un exceso de imaginación poética, Frazer, no
obstante, consiguió despejar caminos por el que transitaron con
posterioridad otros antropólogos y, sobre todo, logró sistematizar
una especie de cartografía transversal sobre el apetito del hombre
por explicar lo que conoce y averiguar lo que desconoce.
Dicho sea esto sin ignorar las limitaciones propias de un
científico social que se desenvolvió en medio de una ideología que
ensalzaba los valores de la modernidad capitalista occidental como
el non plus ultra de los avatares de la Historia.
Quizás convendría acceder, luego de la lectura del libro, a una
serie de comentarios que hizo el filósofo Ludwig Wittgenstein, los
cuales fueron reunidos en un tomo titulado Observaciones a La
rama dorada, de Frazer. El pensador austriaco critica el
paternalismo etnocéntrico con que Frazer trata al "mundo primitivo"
y al "hombre salvaje", pero a la vez se lamenta acerca de cómo en el
siglo XX "se nos ha hecho opaca nuestra propia naturaleza (...); una
obsesiva necesidad de dominarlo todo ha tenido por consecuencia el
olvido de nuestro ser ritual, expresivo y ceremonial. Su
recuperación no implicaría irracionalidad, sino que, todo lo
contrario, es la condición de la sana racionalidad".