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Las elecciones presidenciales realizadas hoy en Irán hicieron
converger el sentimiento popular favorable a mejoras económicas y
políticas con la determinación de la República Islámica de dar fe de
su firmeza, fuere cual fuere el candidato vencedor.
Al analizar el contexto previo y actual que rodeó a la décima
votación para la primera magistratura del país desde 1979, el
analista libanés Hassan Mokaled recordó a Prensa Latina aquí varios
factores internos y externos que condicionan la proyección de Irán.
Por primera vez, las elecciones iraníes se postergaron cuatro
meses respecto a la fecha inicialmente acordada, y eso tuvo que ver,
entre otras cosas, con dar tiempo para ver cómo se movería el nuevo
presidente de Estados Unidos, Barack Obama, indicó.
De acuerdo con Mokaled, las autoridades iraníes necesitaban mucho
más que el anunciado programa de campaña de Obama, querían conocerlo
sobre el terreno para ver cómo se manifestaría, acotó.
Por otro lado, opinó, el mandatario iraní, Mahmoud Ahmadinejad,
quien se postuló para la reelección, es una figura que satisface al
líder supremo del país, el ayatolah Ali Khamenei, autoridad que rige
el rumbo de la Revolución islámica instaurada hace 30 años.
Mokaled recordó que en los primeros años de la revolución que
derrocó al Shah de Persia, las autoridades que dirigieron
formalmente el ejecutivo fueron representantes de los sectores
islámicos que, como regla, mantenían buenas relaciones con
Occidente.
Unos años después, prosiguió, en el equipo que accedió al poder
había básicamente líderes religiosos fundamentalistas, como Ali
Akbar Hashemi Rafsanjani, Mohammad Khatami y otros de posturas
firmes frente a Washington y Europa, llamados de línea
intransigente.
Tras los dos mandatos de Khatami (1997-2005), añadió, le sucedió
la corriente de Ahmadinejad, procedente de la inteligencia militar
iraní y del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (Pasdaran).
Ahmadinejad llegó al poder en tiempos de George W. Bush en la
Casa Blanca, y frente a una figura que generó tanta confrontación, a
Irán no le convenía un rostro y un discurso dulce como el Khatami.
Según el experto en temas del Medio Oriente, fue así que el
actual presidente satisfizo la necesidad de una figura intransigente
y firme para el interior del país y, sobre todo, más enérgico para
el exterior, incluso con un lenguaje y físico fuertes.
En cierta medida, explicó, ello justifica que Khamenei prefiriera
a Ahmadinejad respecto a Mir-Hossein Moussavi, el candidato de los
otros tres postulados que más desafió sus aspiraciones de
reelección.
Aclaró que no obedecía precisamente al interés en mantener la
confrontación con Occidente y, en particular con Estados Unidos. El
objetivo -apuntó- es dejar claro que en estos tiempos de cambios (en
Washington), Irán sigue su línea con la misma fuerza y firmeza.
Ese sector es aún más intransigente que los anteriores, pero
todas esas caras dependen de un liderazgo real que es el que está en
manos del líder supremo Khamenei, observó.
Para despejar cualquier falsa señal de desarraigo nacional en los
llamados aperturistas, Mokaled remarcó que todos los logros
militares alcanzados por Ahmadinejad fueron gestados e iniciados en
la época del reformista Khatami.
Si bien argumentó la tesis de que Khamenei prefería continuar con
Ahmadinejad, el analista reconoció que la insatisfacción en ciertos
sectores populares iraníes por los adversos indicadores económicos
ayudó a Moussavi, que tuvo entre sus bases a jóvenes y mujeres.
El pueblo está cansado de la crisis económica y del aislamiento
impuesto sobre Irán y, por eso, quiere algún cambio, sea el ex jefe
de los Guardianes de la Revolución (Mohsen Rezaei, de línea
conservadora) o el otro reformista (Mehdi Karroubi), pero no a
Ahmadinejad, señaló.
A fin de cuentas, según el entrevistado, por encima de todo el
hecho innegable es que el papel regional de Irán va en ascenso,
ampliándose a nivel de Paquistán, Afganistán e Iraq, y eso va a
llevarle a adoptar posturas más flexible, al sentirse más fuerte.