El
presidente Obama recientemente le dijo a una audiencia que los
consumidores estadounidenses tienen que parar de ver a las tarjetas
de crédito como "dinero gratis". El presidente tiene razón. Y ya que
está repartiendo consejos financieros, sería bueno que el presidente
compartiera esa misma prudencia con el Congreso estadounidense.
A pesar de prometer un cambio radical en Washington D.C. cuando
estaba de campaña rumbo hacia la Presidencia, después de varios
meses ya en la Casa Blanca, está quedando claro que las cosas siguen
igual en la capital.
Por ejemplo, poderosos grupos continúan ejerciendo control sobre
los congresistas para que apoyen a su particular causa. Y en un
momento cuando tantas familias están sacrificando gastos
innecesarios, los políticos le están diciendo sí a todos.
Para darnos una idea, en los primeros 100 días en la Casa Blanca,
el presidente Obama y este Congreso se han gastado cerca de un
millón de millones de dólares (incluyendo el interés). Después de
firmar un proyecto de ley con una etiqueta de 787 000 millones de
dólares (no incluyendo interés), Obama firmó el proyecto de ley
llamado Ley para Apropiar Fondos para el año 2009 por valor de unos
400 000 millones de dólares —que por cierto incluía fondos para
pagar por más de 9 287 proyectos costándonos casi 13 000 millones.
Y lamentablemente parece que no hay un fin en el horizonte. ¿La
razón? Hay demasiados congresistas que tienen ambiciosos y costosos
planes para proveer cobertura universal de salud e imponer un
esquema para regular el uso de nuestra energía. Y con el fin de
terminar inmediatamente, el Congreso está marchando adelante sin
importar el costo o implicación a nuestra economía.
Con respecto a la salud, algunos en el Congreso están abogando a
favor de un plan que dramáticamente concentraría las decisiones
sobre nuestra salud en Washington. Y con respecto sobre el uso de
energía, algunos políticos quieren imponer un sistema conocido en
inglés como cap and trade que promete crear empleos verdes,
pero es susceptible al fraude y abuso como lo están descubriendo
muchos en España y en Europa.
Mientras tanto, el presupuesto de nuestro país sigue empeorando.
Según un reciente estudio de los administradores del Seguro Social y
Medicare, el gobierno pronto tendrá que gastar mucho de nuestro
presupuesto federal para pagar estos gastos obligándonos a recortar
otros gastos importantes —como pagar para nuestro ejército.
Ausente una serie de reformas, el Congreso tendrá que elegir
entre: (a) pedir más dinero prestado o (b) incrementar nuestros
impuestos. La razón es simple: hay menos gente contribuyendo al
Seguro Social y más retirando fondos. Lamentablemente, los políticos
no quieren hablar sobre esto porque saben que nadie quiere oír
acerca de recortes o impuestos.
Si nosotros podemos hacer recortes a nuestros presupuestos, ¿por
qué el Congreso no? Ojalá que el Congreso considere frenar el gasto
y tome en cuenta la deuda que le estaremos dejando a nuestros hijos
y nietos.
A veces ser un buen líder es saber cuándo decir: "No".