Bajo el titular "Exiliados no pierden la esperanza de recuperar
propiedades", un reportaje del Nuevo Herald aborda las intenciones
de quienes salieron de Cuba tras el triunfo de la revolución y
reclaman sus lujosas propiedades repartidas por el gobierno entre
los ciudadanos o utilizadas para servicios públicos como colegios o
centros sanitarios.
Recoge el diario el caso de Mario Sánchez y su antigua casa cerca
del Zoológico de La Habana. Sánchez no ha olvidado la dirección, y
puede mirar el techo usando imágenes de satélite en la computadora
en su hogar de la Florida, a 230 millas de distancia.
"Mi esperanza y mi sueño son que algún día yo podré recuperar mi
propiedad", dijo Sánchez, profesor de Ciencias Computacionales en el
Miami Dade Community College, durante una entrevista telefónica.
Ante la perspectiva de mejores relaciones entre Estados Unidos y
Cuba, Sánchez cree que ya no falta tanto para ese día.
Él no es el único. Algunas compañías de EE.UU. y algunos
cubanoamericanos no han perdido la esperanza de recuperar
propiedades, o de recibir compensación por lo que perdieron a
principios de la década de 1960, cuando Fidel Castro nacionalizó
fábricas, fincas, hoteles, edificios de oficinas, tiendas por
departamentos, centrales azucareros, minas, tierras cultivables y
viviendas.
Los intentos de acercamiento del gobierno de Obama a La Habana,
su relajamiento de algunas facetas del embargo comercial de 47 años
de duración, y la disposición del gobierno cubano a discutir cómo
mejorar las relaciones han despertado esperanzas de los antiguos
propietarios.
"Es temprano todavía, pero yo me siento optimista", dijo Robert
Muse, abogado de Washington que representa a dos de los demandantes
que certificaron las propiedades más considerables ante el
Departamento de Justicia de EE.UU. "Cualquier tendencia a la mejoría
de relaciones es positiva, porque estas demandas no se pueden
resolver si no existe un acercamiento a Cuba".
Muchos otros propietarios intentan mantener el anonimato, pero no
por ello aparcan sus pretensiones. Muse, quien pidió que sus
clientes no sean nombrados en letra impresa, dijo que las leyes
internacionales reconocen el derecho de dueños extranjeros a recibir
compensación por propiedades confiscadas.
En 1972, cerca de 6 000 compañías estadounidenses e individuos
que eran ciudadanos americanos en el momento en que sus propiedades
fueron confiscadas presentaron reclamaciones ante el gobierno de
EE.UU. por propiedades que entonces valían más de $1 800 millones de
dólares y que se estima que valgan ahora unos $7 000 millones de
dólares.
Entre los demandantes se encuentran General Electric, General
Motors, Ford, Sears, Coke, Pepsi, Citicorp y Goodyear. Texaco perdió
su refinería en la ciudad oriental de Santiago de Cuba. A ITT se le
expropiaron sus acciones en la compañía telefónica de Cuba.
Ninguna de las numerosas compañías de EE.UU. que fueron
contactadas para este artículo quisieron comentar sobre las
demandas, alegando razones legales. Pero Muse dijo que las "demandas
siguen siendo valores activos en los libros de las compañías".
Los 10 demandantes de mayor importancia son empresas de EE.UU.
que incluyen casi $1 000 millones de dólares de las pérdidas
originales, dijo.
Cuba expropió también propiedades a cientos de firmas no
estadounidenses, y ha firmado acuerdos de compensación con Canadá,
Suiza, Francia, Gran Bretaña, España y México.
Estados Unidos negoció compensación por las propiedades
estadounidenses confiscadas por el gobierno comunista de Vietnam,
con Irán después de la revolución islámica y con los países de
Europa Oriental que quedaron bajo la órbita soviética después de la
Segunda Guerra Mundial.
Pero no con Cuba. En 1960 el gobierno de Castro ofreció
compensación en forma de bonos o exportaciones de azúcar a Estados
Unidos. Pero las autoridades estadounidenses se negaron e impusieron
el bloqueo un año después y congelaron las cuentas del gobierno
cubano en los bancos estadounidenses. A finales del 2005 el
Departamento del Tesoro dijo que en esas cuentas quedaban $268.3
millones de dólares, aunque no se sabe exactamente cuánto queda
ahora.
Parte del dinero fue a parar a familias que demandaron a Cuba en
tribunales estadounidenses sobre la base de una ley de 1996.
Cuba ha dicho desde hace mucho que está dispuesta a compensar los
intereses estadounidenses, pero a cambio pide restitución por los
daños causados por el embargo (N.R.: bloqueo) económico, que
La Habana calcula en $93 000 millones de dólares.
Ese grupo incluye a Sánchez, el profesor de Ciencias
Informáticas, que salió de la isla a los 6 años y no vio a sus
padres durante seis años más. La tierra, vivienda y casa playera de
su familia fueron incautadas por el estado para el que trabajaría su
padre. Sánchez, que ahora tiene 53 años, sigue considerándose
propietario de ambas viviendas y todavía puede recitar de memoria la
dirección exacta de su casa en Nuevo Vedado, en La Habana: "Oeste
818 entre Conill y Santa Ana". Por lo que ha visto en imágenes de
satélite, "el techo parece en buen estado".
Toda esta situación hace pensar que, tras el discurso
estadounidense de "democratización y derechos humanos" para la isla,
se esconden muchos estadounidenses que aspiran a volver a ser dueños
de mansiones, latifundios e industrias que la revolución repartió
entre cubanos necesitados o socializó para convertir en
instalaciones para uso social de los ciudadanos.