Humboldt y Gauss por las calles de La Habana

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Las Jornadas de la Cultura Alemana trajeron a Alexander von Humboldt (1769–1859) nuevamente a las calles de La Habana, esta vez en compañía de su compatriota Carl Friedrich Gauss (1777–1855), llamado el príncipe de las Matemáticas, uno de los adelantados que previó el curso de la Geometría no euclidiana.

Daniuel Kehlmann, novelista alemán.

Ambos sabios vinieron de la mano de la novela La medición del mundo, presentada en la casa que lleva el nombre del naturalista germano en el centro histórico de esta capital, texto que se ha convertido en uno de los más resonantes éxitos internacionales de las letras del país europeo en esta primera década del nuevo milenio.

A partir de un encuentro entre Humboldt y Gauss, la novela recrea las vidas paralelas de estos hombres que vivieron una misma época, pero el autor se cuida de ofrecer una versión biográfica.

Por el contrario, La medición del mundo apuesta a los delirios y certezas de sus inquietudes intelectuales y humanas, a la grandeza y miserias de ambos caracteres, y a una construcción literaria imaginativa que aproxima al novelista a los recursos del realismo mágico latinoamericano.

Es una narración divertida por la que desfilan, además de los protagonistas, personajes como un Inmanuel Kant en declive, un Daguerre que nerviosamente quiere atrapar una borrosa imagen fotográfica, y un Bompland herético y hedonista, muy diferente a la pálida imagen con que se suele reflejar al compañero de Humboldt en su aventura americana.

Kehlmann (Munich, 1975), estudió filosofía y literatura y reside en Viena.. Su primera novela la publicó a los 22 años. Pero fue Yo y Kaminski, publicada en 2003, la que le ganó por primera vez juntos el favor de la crítica y el público. Hasta que con La medición del mundo (2005) dio el gran salto. Su novela Ich und Kaminski (Yo y Kaminski, Barcelona, 2005) del año 2003 le proporcionó fama internacional.

"Quise escribir como un historiador loco", afirmó cuando le preguntaron por lo que había de cierto o inventado en un relato que, si bien es un culto a la memoria y la inteligencia, desmiente los rigurosos códigos cartesianos del racionalismo europeo.

El autor mereció el Premio Kleist, uno de los galardones alemanes de mayor lustre, y fue finalista del Deutscher Buchpreis.

 

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