A diferencia de la mayoría de las provincias cubanas, Guantánamo
dispone en el sector residencial de sus mayores posibilidades
inmediatas para el ahorro de electricidad.
Sobre la población recae más del 65 por ciento del consumo
provincial de ese portador energético, uno de los pocos productos
imposibles de almacenar y que es obligado consumir en el mismo
instante en que se genera.
La electricidad está las 24 horas al alcance de quien la contrata
y de todo los integrantes del núcleo familiar. Basta accionar un
interruptor. Esa accesibilidad, junto a sus consabidos beneficios y
el bajo precio con que se comercializa en Cuba, constituyen
ingredientes promotores del despilfarro.
Por eso la expresión "evitar el apagón está al alcance de
nuestras manos" está empleada en sentido recto y no figurado, y se
encuentra lejos de constituir un tropo o una figura del lenguaje.
La liberación de ese órgano (la mano), según Federico Engels en
El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre,
constituyó un paso decisivo en el proceso que da el título a ese
texto, y hoy resulta vital para disminuir el consumo de electricidad
y evitar los apagones que tanto aborrecemos, pero de los cuales
somos responsables usuarios privados y estatales.
Mientras más permanezca en "off" el interruptor de una luminaria
o de un equipo de cuyo concurso puede prescindirse en un momento
dado, en la misma proporción bajará la factura eléctrica en el
centro de trabajo y en el hogar, cesarán los lamentos por la
penalización de la Unión Eléctrica (a las entidades) y tal vez
podamos adquirir en el mercado agropecuario el producto de cuyo
elevado precio nos quejamos.
Esto no quiere decir que dejemos de acudir a la hornilla
eléctrica o los aditamentos de iluminación cuando esté plenamente
justificado, pero incluso los primeros pueden ser susceptibles de un
acomodo de carga hogareño, es decir, utilizarlos, cuando sea
posible, fuera del horario pico, que rige de 11 de la mañana a la
una de la tarde, y de cinco de la tarde a nueve de la noche.
Ahorrar no es carecer, pero tampoco es sinónimo de abusar de la
tarifa establecida por la Unión Eléctrica, una de las más benignas
del planeta y vigente a pesar de la actual crisis económica.
El sobreconsumo de electricidad en lo que va de este año tiene
que ver con este último factor, unido a la falta de una cultura
energética en gran parte de la población y de quienes tienen
responsabilidades empresariales, estatales y en la esfera
presupuestada.
El ciudadano cubano subvalora el negativo efecto económico de
mantener encendida innecesariamente una lámpara, pero si en la
pretérita (y ojalá superada para siempre) temporada de los apagones,
los que escapaban al corte eléctrico hubieran recurrido al
"sacrificio" de prescindir de una luminaria habría sido posible
restablecer el servicio a gran parte de los afectados.
Mantener la demanda nacional de electricidad en los límites
racionales, depende en gran medida de una acción personal: el
ahorro. Esta es una meta a la cual se llega por diferentes vías, de
las cuales se excluyen de facto, las que conducen a la indolencia,
al acomodamiento y a la falta de solidaridad.
La provincia no habría disminuido en 1,2 por ciento su consumo
respecto al plan durante el mes de mayo, si tales actitudes
negativas hubieran predominado.