Nada sustituye la vergüenza de nuestra gente

LÁZARO BARREDO MEDINA

Con la grave crisis económica actual, las primeras medidas de reajuste que adoptan los gobiernos en muchas partes del mundo para amortiguar el golpe afectan directamente a la población; de ahí la preocupación de organismos internacionales sobre el peligro de violencia social.

En la nación cubana, por el contrario, se está apelando a toda la sociedad para hacerle frente al impacto negativo de la contingencia económica y financiera en la búsqueda de que todos aportemos respuestas a las principales prioridades que son la producción alimentaria y el ahorro, mientras el Estado revolucionario adopta decisiones para impedir el deterioro de los programas sociales fundamentales, como la educación y la salud, sostener el empleo y garantizar por igual a cada ciudadano en la canasta básica las calorías, proteínas y grasas imprescindibles.

Por estos días transcurren numerosos análisis tensos dentro de todo el aparato gobernante que llevarán adelante reajustes inevitables y que no serán fenómenos insuperables si, junto al incentivo de la movilización ciudadana, logramos que la actividad empresarial haga una revisión a fondo de sus inventarios, sepamos con cuáles reservas contamos para trabajar con lo que tenemos durante el resto del año y así evitar las importaciones, y si toda la actividad presupuestada toma conciencia de que en cada centro de trabajo debemos luchar contra las tendencias al derroche.

Es una cuestión de principios no gastar más de lo que se ingresa, de la misma manera que resulta impostergable aplicar las medidas ya analizadas con anterioridad para emprender el programa de sustitución de importaciones, así como trabajar contra el derroche y la improductividad, porque no vamos a poder importar todas las materias primas, equipos y bienes de consumo que necesitamos y que quisiéramos tener, de la misma manera que tendremos que reajustar las enormes erogaciones en combustibles y alimentos.

Porque una de las cuestiones que más demanda la difícil coyuntura económica es que enfrentemos esa mentalidad gastadora que tienen muchos compañeros en el país y que la mayor parte de las veces no se preguntan cuánto cuestan las cosas.

Por ejemplo, hablamos del ahorro de energía en centros de trabajo, escuelas, en zonas residenciales; es una cuestión de que todos nos preguntemos qué vamos a hacer en cada lugar para hacerle frente a este asunto, porque el ahorro se convierte en una trascendental fuente de ingresos. Generar un kilowatt de electricidad, digamos, le cuesta al país en este momento entre 14 y 16 centavos de dólar. Entregarle fluido eléctrico a una vivienda promedio, que consuma 200 kilowatt al mes, es una demanda de gastos de poco más de 30 dólares mensuales y la Isla tiene unos tres millones de viviendas. Ni hablar de lo que cuestan los sobreconsumos industriales, en grandes servicios o plantaciones agrícolas con sistemas de riego electrificados.

Hay muchas otras cosas que expresan esa mentalidad millonaria. Como botón de muestra señalemos el asunto de los neumáticos. Tenemos las plantas de recape que pueden entregar 70 000 unidades con garantía para no menos de 30 000 kilómetros de recorrido cada una. Sin embargo, no se hace uso de esa potencialidad, es subestimada. Muchos compañeros quieren gomas nuevas y, por consiguiente, no piensan que eso significa el gasto de decenas de millones de dólares para importarlas, cantidades de divisas de las cuales no se dispondrán en lo inmediato.

Es evidente que tenemos reservas. Ahora, todo depende de la filosofía sobre cómo trabajamos y priorizamos la producción. Porque aunque parezca un juego de palabras no es lo mismo seguir teniendo los problemas encima que ponernos encima de los problemas y combatir resueltamente la falta de exigencia, la falta de disciplina.

La vida nos ha demostrado en múltiples ocasiones que no son los mecanismos espontáneos los que facilitarán soluciones reales, sino el trabajo a conciencia y la participación, desde el más simple trabajador hasta el administrador del centro o director de la empresa, pasando por los distintos niveles hasta llegar incluso a los puestos de dirección de cada ministerio.

Es una realidad que en esta situación especial tan solo con combatir las indisciplinas que tenemos, exigiendo que se haga lo establecido, cada cual cumpliendo con lo que le compete, se notará enseguida un mejoramiento como ya se aprecia en la disminución del consumo de energía.

La economía nacional requiere que la exigencia por la planificación, por lo que nos comprometimos a realizar, deje de ser una formalidad y una constante justificación de los errores que luego significan cuantiosas pérdidas para el país.

Allí donde las colectividades de trabajadores actúan con pasividad es donde más se diluyen las responsabilidades, donde más se gasta o se desvían los recursos materiales y financieros, porque no hay exigencia o presión sobre los que administran; es allí donde siguen pidiendo cosas para gastar y gastar y favorecer el despilfarro o continúan creciendo en los inventarios e inmovilizan recursos, lo cual en estas circunstancias es un daño agravado.

Nuestro problema ahora es saber trabajar mejor en la situación presente, promover la iniciativa y el interés de todos por sacar adelante a la nación en las excepcionales condiciones que vivimos y hacerlo con mayor exigencia y disciplina en estas difíciles circunstancias.

Podemos hacerlo, porque nada sustituye la vergüenza de nuestra gente.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas | Especiales |

SubirSubir