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El relator especial de Naciones Unidas sobre ejecuciones
extrajudiciales, Philip Alston, inició hoy una visita a Colombia, a
fin de constatar la situación por el asesinato de inocentes dados
como muertos en combates.
La visita de Alston tiene lugar en medio de un escándalo que
ensombrece la imagen del gobierno, ante denuncias que involucran a
no pocos militares de la Fuerza Pública en la desaparición y
posterior asesinato de jóvenes, presentados como presuntos miembros
de grupos insurgentes.
El relator es uno de los invitados especiales, junto con el
delegado de la Oficina del Alto comisionado de Naciones Unidas para
los Derechos Humanos en Colombia, Christian Salazar, en una
audiencia en el Senado sobre lo que aquí se conoce como falsos
positivos (ejecuciones extrajudiciales).
Durante su estancia en el país, que concluye el venidero 18 de
junio, Alston se entrevistará además con víctimas, familiares de
víctimas y testigos de asesinatos, así como miembros de la sociedad
civil.
También recorrerá varios de los 32 departamentos que conforman la
nación, donde se reunirá con autoridades gubernamentales, miembros
del sistema judicial y legisladores.
Al final de su visita, Alston dará una conferencia de prensa en
la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos
en Bogotá, durante la cual anunciará sus conclusiones preliminares y
recomendaciones.
Pese a los intentos del gobierno colombiano por tender una
cortina de humo ante los casos relacionados con ejecuciones
extrajudiciales, según organizaciones de derechos humanos, denuncias
y cuestionamientos de diversos sectores políticos y sociales
mantienen latente el escándalo.
A su vez, el gobierno ha sido objeto de duras críticas por cuenta
de los llamados "falsos positivos", pues muchos no los consideran
casos aislados, si no que "responden a una cultura institucional".
De acuerdo con legisladores, entre 1998 y 2008 ocurrieron en el
país entre mil 500 y dos mil casos de ejecuciones extrajudiciales.
A tono con estas denuncias, diversos analistas sostienen que el
gobierno es el principal promotor de estas ejecuciones
extrajudiciales al aplicar el precepto de que el fin es el dinero.
En este sentido argumentan que el Estado colombiano al ofrecer
premios en metálico a quienes dieran de baja a miembros de la
guerrilla, desató motivaciones en el Ejercitó y la fuerza pública
que redundaron en el asesinato de campesinos, trabajadores o jóvenes
desocupados sin ninguna vinculación con la guerrilla, a fin de
obtener el dinero.
La propia Fiscalía General del Estado admite casi mil 200 casos
de ejecuciones extrajudiciales en los últimos años, lo cual ha
provocado varias renuncias en el Ejército.