Música antigua, mundo nuevo

A propósito de la presencia en La Habana del conjunto alemán Rayuela

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Siempre me he preguntado si eso que llamamos música antigua de manera genérica y acomodaticia para referirnos a la producción musical europea desde el Renacimiento hasta los albores del siglo XVIII, sonaba realmente como ahora lo hacen los cada vez más notorios conjuntos y solistas del Viejo Mundo que se asoman a las partituras de la época con el éxito asegurado de parte de un público que en lo añejo halla novedad.

Thomas Engel, Claudia Gerauer y Martina Joos, flautistas, núcleo fundador de Rayuela.

Tengamos en cuenta que la notación musical ha variado, que la mayor parte de la música se hacía y no se componía, que no existían estrictos patrones de interpretación como los que con el tiempo se han venido fijando mediante la transmisión académica. Ese mismo vivir entre la seguridad de un mecenazgo y la transhumancia de los caminos, entre encargos cortesanos y del propio espíritu, determinó lealtades y libertades que a la altura de nuestros días se tornan hasta cierto punto indescifrables en términos de sonido.

De ahí que me haya animado, tanto como se observó en el nutrido público que colmó el sábado la Basílica Menor de San Francisco, a la vera de la Avenida del Puerto habanero, el carácter que imprimen a la música antigua los integrantes del conjunto alemán Rayuela, presente en la Isla con motivo de las Jornadas Culturales de la nación europea, coordinadas por el Ministerio cubano de Cultura, la Oficina del Historiador de la Ciudad y el Instituto Goethe.

Rayuela contó a su favor con el conocimiento previo del auditorio capitalino. Junto al conjunto Ars Longa había compartido —como lo harán mañana martes a las 7:00 p.m. en la Iglesia de Paula — durante el festival Esteban Salas que tiene a la agrupación dirigida por Teresita Paz como anfitriona.

En realidad estos músicos alemanes reinventan el pasado. Con instrumentos de época —flautas de pico de diversas dimensiones, torba, viola de gamba, guitarra barroca, clavicémbalo y guitarra barroca— imaginan cómo los ingleses Thomas Simpson, John Dowland, Henry Purcell y Robert Johnson y su compatriota Carl Friedrich Weidemann hubieran concebido sus chaconas y arias, sus alemandas y baladas si les fuera dado adelantarse en el tiempo hasta encontrar un mundo donde la música de concierto obedece a un ritual comunicativo pactado por la Modernidad.

Esa invención de estilo y sonido llega incluso a contaminar felizmente la interpretación de una de las sonatas del francés Joseph Bodin de Boismortier quien sentía pasión por el tejido polifónico de las flautas, instrumentos a los que legó partituras significativas en la primera mitad del siglo XVIII.

Quizá por cercanía espiritual, las raciones más efusivas del público habanero acontecieron cada vez que, como parte de las suites de William Young y Biagio Marini, Rayuela interpretó aires de zarabanda, danza que a todas luces comenzó su viaje en tierras del Nuevo Mundo antes de conquistar las almas barrocas europeas.

 

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